sábado, 15 de noviembre de 2008

El canto de las ballenas

En el crujiente y maloliente vientre de los viejos balleneros de vela, temblando de miedo sobre sus camastros, los supersticiosos marineros escucharon a menudo los gemidos, los cantos y los silbidos de las ballenas en el transcurso de las largas noches que precedían a las peligrosas cacerías de las que nadie estaba seguro de salir con vida.



En busca de las ballenas que cantan, nuestro equipo se dirigió a las aguas de las Bermudas, 1.000 kilómetros al sudeste del cabo Hatteras. Las yubartas son las más charlatanas: «hablan» mucho más que las ballenas grises o los rorcuales. Hacen una parada en esa zona para alimentarse y descansar en el transcurso de su fatigosa migración, que cada primavera las lleva a las aguas frías, pero abundantemente ricas en plancton, del Atlántico norte.



«¡Resopla!» Enormes lomos sobresalen del agua y luego se arquean durante las inmersiones. Nos encontramos frente a un importante rebaño. La lancha neumática es botada inmediatamente y se acerca. Con el motor parado, los hombres del Calypso se aproximan a remos hasta situarse en medio del grupo. Permanecer tranquilo es una necesidad absoluta: un solo coletazo, aunque sea involuntario, lanzaría por el aire a la embarcación y a su tripulación. Pero las ballenas no son agresivas.

Cuando nuestros buceadores se sumergen entre ellas, se asustan un poco del ruido de las burbujas que se escapan de los aparatos submarinos. Los cetáceos no tienen oídos externos, pero sus oídos medio e interno están bien desarrollados y son muy sensibles a los sonidos subacuáticos. Esta es, por cierto, la razón por la que es posible inmovilizarlos o aturdirlos girando a su alrededor con los fuera borda lanzados al máximo.



Mientras que las ballenas se alejan, con gran desesperación de Philippe, que no ha podido filmarlas a su gusto, nuestros hidrófonos trabajan y registran las llamadas de las yubartas que resuenan entre las paredes de un cañón submarino.



Como es el canto de las ballenas


En el océano existen «canales sonoros» que confieren a la voz de los cetáceos un considerable alcance. Nuestras grabaciones, que volvemos a escuchar sin cansarnos, incluyen una gran variedad de sonidos melodiosos, y no es extraño que los científicos los llamen «cantos». Para nosotros, estos sonidos no tienen sentido. Nos es imposible descifrar su significado. Hablo de esta cuestión con un experto, el doctor William Cummings, director del Departamento de bio acústica aplicada del Centro de Investigaciones Navales de San Diego, en California. «¿Han analizado ustedes nuestras cintas magnetofónicas?, le pregunto algún tiempo después de finalizar nuestra misión.


—Acabamos de terminar.

— ¿Han utilizado ustedes el analizador de
Frecuencias?

—Por supuesto. En el caso actual, el registro va de 44 a 2.200 vibraciones por segundo: son frecuencias semejantes a las de la voz humana. El espectrograma siguiente desvela una imagen visible de las emisiones características de las yubartas. Esta línea indica la amplitud del sonido en función del tiempo, y la anchura de esta sombra negra revela la potencia de la emisión. Pueden ustedes constatar que el grito desciende hacia tonos más graves.

—¿Tiene usted alguna idea de la manera en que emiten sus sonidos las ballenas?

—En algunas ocasiones, cuando el cetáceo está en la superficie y espira aire, es probable que utilice su laringe. Pero no tiene cuerdas vocales.

—Dado que estas señales pueden ser oídas en un radio muy extenso en el seno del mar, podemos pensar que los cantos han de ser relacionados con el comportamiento de las ballenas en grupo. ¿Cree usted que cada canto corresponde a un determinado comportamiento social?

—No ha sido posible demostrarlo experimentalmente, pero estamos convencidos de que los cetáceos no habrían desarrollado un mecanismo y un vocabulario sonoro tan complejos si cada uno de sus sonidos no tuviera un significado.

—¿Cuál es su definición de un canto?

—De forma muy general, se trata de una secuencia de emisiones sonoras que se repiten y que comportan una melodía y un ritmo propios. Esta definición puede aplicarse a las emisiones sonoras de las yubartas. Se repiten con largos intervalos, y cada canto dura de nueve a dieciocho minutos, lo que es de excepción en el reino animal. Ningún otro ser vivo es capaz de cantar más de un cuarto de' hora sin tomar aliento, ni de alcanzar frecuencias tan bajas. Y ninguno posee tal amplitud vocal...»

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