lunes, 22 de diciembre de 2008

Las fochas


Pertenecen al género Fúlica las fochas, que durante la época de celo defienden enérgicamente sus territorios enfrentándose con otros individuos de su especie y rociándolos con agua. Para ello arquean primero las alas manteniendo inclinada la cabeza y, si no se produce la retirada de ninguno de los contrincantes, nadan juntos de lado salpicándose mutuamente con ayuda de las alas.




Al cabo de unos pocos segundos, se retirará una de las aves luchadoras, seguida por la vencedora. La especie más común es la focha común o europea (F. aira), frecuente en España, que tiene en el pico una placa frontal blanca.




Como se defienden las fochas




Es una excelente nadadora, tiene las patas verdes y los dedos lobulados. Pasado el período de la nidificación, estos animales gustan de reunirse en grupos a veces muy numerosos y, cuando se sienten molestados, levantan el vuelo después de una larga carrerilla, necesaria para despegar. La focha gigante (F. gigantea), propia de algunos lagos de los Andes, es característica por su costumbre de construirse el nido con piedras formando un islote en el centro de estanques y pequeños lagos.




En España es rara la presencia de la focha cornuda (F. cristata), propia de África, que se distingue fácilmente por su placa frontal ahorquillada por la parte superior, formando dos especies de cornetes de color rojo. Hay que recordar finalmente el rascón de Tristan de Cunha (Atlantisia rogersi), el rascón de bosque (Tricholimnas sylvestris) de la isla de Lord Howe (en el Pacífico), los géneros Rallina indoaustraliano, Rallicula de Nueva Guinea y Aramides de América del Sur.

lunes, 15 de diciembre de 2008

Osos marinos

Día 7 de marzo de 1968. Ayer, frente a las costas del cabo de Buena Esperanza, nuestros buceadores se han encontrado, entre las algas que rodean a la isla de las Focas, un oso marino de un año.»



Esta observación, anotada apresuradamente en el diario de a bordo del Calypso, marca el principio de una aventura entre las más divertidas y conmovedoras que he vivido en el curso de los años pasados en contacto con los animales. Durante la «gran travesía» que nos llevó a todos los mares de nuestro planeta para filmar a los animales y los lugares más insólitos, decidí un día adoptar a dos otáridos. Eran dos jóvenes machos, a los que pusimos Pepito y Cristóbal, y que mantuvimos a bordo del Calypso durante varios meses. Pero antes de relatar esta historia, digamos unas palabras sobre los otarios. La longitud total de los animales de la familia de los otáridos varía entre 1,50 metros y 3,50 metros, y su peso va de los 35 a los 350 kilogramos, siendo las hembras mucho más pequeñas que los machos.



Que son los osos marinos



Los otáridos pertenecen al orden de los pinnipedos. Se distinguen de las focas (fócidos) y de las morsas (obedénidos) por la presencia en ellos de pabellones auriculares, aunque sean pequeños, y por la estructura del cuerpo, particularmente esbelta. Su cola es corta, y los miembros anteriores se han transformado en grandes aletas, cuya longitud alcanza la cuarta parte del total del cuerpo. Sus miembros posteriores, que pueden doblarse hacia adelante bajo el vientre, les sirven para desplazarse con bastante rapidez en tierra firme.



Los dedos de sus manos y los de los pies están unidos entre sí con una membrana interdigital sostenida por cartílagos. Mamíferos muy gregarios, sobre todo durante la época de celo, pueden ser vistos en tierra rebaños compuestos por centenares de individuos. Según su tipo de pelaje se dividen los otáridos en leones marinos (de pelo áspero) y osos marinos (de pelo corto), suave y apretado, tan apreciado en peletería.

lunes, 8 de diciembre de 2008

Las yubartas

Macizas y pesadas, dotadas de aletas pectorales largas y finas, las yubartas (Megaptera novaeangliae), también llamadas ballenas xibartes, al sumergirse arquean su espalda como si tuvieran una joroba.




Bajo la superficie entonces impenetrable del mar, los balleneros no podían sospechar la belleza, el encanto fluido de estos misticetos, ni el impresionante despliegue de sus aletas pectorales blancas. Viajeras infatigables, las yubartas migran con regularidad desde las aguas polares hacia los mares tropicales, y viceversa.


Por lo general se las encuentra en el Caribe hacia la mitad de febrero, especialmente en los canales poco profundos que dividen al archipiélago de las islas Vírgenes. La caza de la ballena xibarte está prohibida por la Comisión Ballenera Internacional, como lo está la de las diferentes ballenas francas, la del rorcual azul y la de la ballena gris. En la actualidad se pueden elaborar los productos obtenidos tradicionalmente de las ballenas sin tener que recurrir al exterminio de los cetáceos.




Estos han proporcionado durante decenios materiales básicos en la fabricación de bienes de consumo: aceite bronceador, lápiz de labios, jabón, margarina, alimentos para perros y gatos, abonos, aceites de alumbrado, sin olvidar las famosas ballenas de los corsés y paraguas, fabricadas a partir de las barbas de los misticetos. Hoy día existen en todos estos casos productos sustitutivos. «¡Resopla. Allí, allí, allí!» La tripulación del Calypso utiliza el grito tradicional de los antiguos balleneros para indicar que una ballena ha sido avistada. Provistos de cámaras, Francois Dorado, Raymond Coli y mi hijo Philippe embarcan en una lancha neumática. Este macho solitario, probablemente el explorador y cabecilla de un rebaño que se dirige hacia el norte, mide 16 metros y pesa unas 50 toneladas.




Como es la vida de las yubartas




Después de subir a la superficie para respirar, desciende rápidamente a unos treinta metros de profundidad. Desde el helicóptero gracias al cual dirijo las operaciones, lo veo evolucionar en el seno de las aguas como una enorme nave con alas delta.




Veloz, Raymond Coli se introduce en el agua encima de la silueta estilizada del animal. Por supuesto, un buceador no es capaz de nadar tan rápidamente como una ballena, y la única cosa que puede hacer Raymond es enfocarla unos pocos segundos para obtener unas imágenes al pasar. Propulsada por su potente cola, la yubarta boga sin esfuerzo a 10 kilómetros por hora. Si siente la necesidad, puede mantenerse a velocidades de 20 ó 30 kilómetros por hora: filmarla bajo el agua es cuestión de suerte. En la proa de la lancha neumática lanzada a toda velocidad, Philippe espera el momento de zambullirse para recoger a su vez una imagen del animal.


Con esta técnica, después de un día entero de trabajo, decenas de inmersiones y kilómetros de acrobacias en la lancha, llegamos al resultado de unos pocos metros de película utilizable, en los que sólo aparece la silueta decepcionante de una gran cola que se aleja... Con un aletazo, la yubarta gira bruscamente para huir de Philippe, que se encuentra allí, en algún lugar bajo la espuma.


Luego realiza una ágil media vuelta. Una vez más, Philippe ha sido despistado. Desde el cielo, me doy cuenta de las dificultades de la empresa. Los esfuerzos de los buceadores y de los operadores, por muy expertos que sean y por muy entrenados que estén, resultan irrisorios frente a la agilidad, la potencia y la masa de estos animales marinos, que quizá nos consideren como nosotros consideramos a las hormigas.



De todas las ballenas de gran tamaño, la yubarta es la más juguetona. Se la ve a menudo saltar muy alto por encima de las olas antes de caer con gran estrépito. Es también muy hermosa. Una antigua ley inglesa la designaba como el «pez real». El término pez resulta evidentemente impropio para definirla, pero su aspecto es en verdad real.


La cara inferior de su aleta caudal parece formada de piel de armiño, y sus aletas laterales, de una longitud igual al tercio del cuerpo, son también de una blancura resplandeciente. Nuestra amiga la ballena xibarte, que acaba de gastar una broma a Philippe, parece atraída por los remolinos que provocan bajo la superficie del mar las palas del helicóptero. Viene a refrescarse debajo de este ventilador gigante. Después de abonadonarnos tras un potente coletazo, nos observa y nos saluda cordialmente con su aleta.

martes, 18 de noviembre de 2008

Los delfines

Un investigador que observaba a través de un ojo de buey a unos delfines cautivos sopló en broma el humo de su pitillo contra el cristal del ojo de buey, bajo la atenta mirada de un bebé delfín que le observaba al otro lado. Después de un instante de duda, el pequeño delfín se dirigió hacia su madre para chupar una bocanada de leche. De vuelta otra vez ante el ojo de buey, el animal escupió la leche en dirección del investigador, provocando así una nube lechosa semejante a la que había creado el humo del cigarrillo.



He leído hace poco esta anécdota. Ilustra maravillosamente una de las características distintivas de los delfines: estos odontocetos son capaces de imitación. ¿Tienen también sentido del humor? Entre las especies animales, algunas presentan un comportamiento genético programado; dicho de otra manera, «un instinto»; en otros, el individuo debe construir por sí mismo, en un ambiente preestablecido, sin embargo, todos los conocimientos indispensables para su supervivencia; por fin, en algunas especies superiores, el individuo puede utilizar para su provecho la experiencia de otros.

El progreso del hombre, que acumula y transmite de generación en generación su experiencia y sus descubrimientos, está basado en este mecanismo. Uno de los medios de transmisión de este valioso patrimonio consiste en la imitación, que no es, evidentemente, una de nuestras características exclusivas.

Los odontocetos tienen otras analogías con el hombre. Su cerebro, particularmente voluminoso, está dotado de numerosas circunvoluciones. Junto con el del hombre, es el único en tener una característica importante: la presencia, en el mesencéfalo, de sustancia gris, que no poseen ni los grandes monos antropoides. Algunos científicos afirman que el cerebro de varios cetáceos alcanza un grado de perfección superior al del cerebro humano, hasta el punto de que debemos dudar de lo que fue una certeza durante siglos: la preeminencia del cerebro humano sobre el de los demás animales.



Hablemos del lenguaje. La laringe de los odontocetos presenta también una característica única: la epiglotis y los cartílagos aritenoides están tan desarrollados que forman una prolongación semejante a un pico de ganso, que se extiende hasta la parte inferior del conducto nasal y que puede ser cerrado por un músculo que lo rodea. Esta particularidad anatómica permite a los odontocetos modular las diferencias de presión del aire durante la respiración y juega un importante papel en la emisión de sonidos. El delfín «habla» emitiendo una serie de sonidos extremadamente variados, tanto en las frecuencias perceptibles para el oído humano como en ultrasonido.


La inteligencia de los delfines



Hemos visto la gran capacidad de imitación de los delfines. Estos mamíferos marinos son igualmente capaces de copiar el lenguaje humano, aunque de forma menos perceptible que la de los loros, pero esto se debe al hecho de que los delfines hablan más rápido que nosotros.

Algunos eetólogos están convencidos de que, mediante un entrenamiento adecuado, sería posible enseñar a los delfines a hablar más despacio, y por lo tanto a dialogar con nosotros. Los animales podrían respondernos, y no sólo mirar lo que les dice el domador. Los experimentos llevados a cabo en esta dirección no han dado fruto hasta el momento.



De cualquier forma, no cabe duda que, a diferencia de los demás animales, si exceptuamos al hombre, el delfín es capaz de formar una frase de dos palabras unidas, base de un verdadero lenguaje. Para el que aborda con una mente atenta el comportamiento de los delfines y el de los odontocetos en general, los motivos de sorpresa son múltiples.

sábado, 15 de noviembre de 2008

Los jacánidos

Los Jacánidos son aves de pequeñas dimensiones (35-40 cm) y patas muy alargadas que viven en zonas pantanosas. El aspecto alargado de las patas se encuentra acentuado, además, por sus dedos, sumamente largos y provistos de uñas rectas, la posterior mucho más larga que el propio dedo y en extremo afilada. Esta conformación del pie constituye una perfecta adaptación a la vida sobre la vegetación flotante. La coloración de estos animales se mueve en torno a los tonos rojizos y broncíneos, con zonas blancas en las que aparecen dibujos oscuros, especialmente en el abdomen. Los sexos son parecidos y los jóvenes de todas las especies son similares, pues tienen un color tostado rojizo por la parte superior y casi de un blanco sucio por la inferior.


El pico es alargado, recto y comprimido, con la punta ligeramente curvada en su extremo; las alas son bastante largas, mientras que la cola es corta, excepto en el caso del faisán de agua. Hay algunas especies que, durante el vuelo, muestran un visible y característico dibujo de las alas, casi en forma de espejo, aunque sin los reflejos metálicos típicos de los ánades.



La alimentación de los jacánidos



La alimentación es variada y consta de insectos, diversos invertebrados acuáticos y vegetales. Los Jacánidos están en condiciones de correr con sorprendente rapidez por encima de la vegetación acuática, aparte de que son excelentes buceadores y nadadores, aproximándose más en este aspecto a los Rálidos que a los demás caradriformes. Comúnmente viven en parejas o aislados, si bien en determinadas circunstancias pueden reunirse en grupos en el transcurso del período no reproductivo. No son aves migratorias, pero efectúan desplazamientos de una cierta importancia.



Los Jacánidos, que son aves silenciosas, para pedir socorro no dudan en emitir gritos de alarma. El cortejo comporta unas exhibiciones muy interesantes, como el estremecimiento de las alas, diferentes reverencias y otras curiosas posturas. Forman parte de la familia seis géneros y siete especies. El faisán de agua (Hydrophasianus chirurgus) está circunscrito a Asia tropical; Metopodius indicus pertenece a la India y a buena parte del África oriental y su territorio limita al este con el de Irediparra gallinacea de Indonesia y Australia. La jacana americana o gallito de agua Jacana spinosa, con sus diferentes subespecies, se encuentra difundida en gran parte de América tropical. Pueden citarse igualmente Microparra capensis del África oriental, Actophilornis africana de la región etiópica y Actophilornis albinucha de Madagascar.

Relación del delfin con el hombre

Un público heterogéneo de niños y adultos se aprieta codo con codo en las gradas alrededor de una inmensa piscina, más grande que las utilizadas para disputar las competiciones olímpicas de natación. En la plataforma elevada que pende sobre el espejo azul del agua se agita un hombre manipulando sucesivamente un pescado, balones, perchas; en una palabra, todo el atrezzo abigarrado del circo. A sus voces de mando, magníficos delfines de piel reluciente saltan valientemente fuera del agua o hacen mil cabriolas. El público se desternilla de risa.


Hace treinta años, ningún organizador de espectáculos hubiera podido imaginarse un número semejante. Hoy día, la presentación de delfines amaestrados es moneda corriente.



El hecho de que un delfín jamás haya mordido o atacado a un ser humano, su extrema docilidad y su excepcional capacidad de imitación, que le permite aprender rápidamente los números que se le enseñan, han incitado a investigadores y científicos, así como a los organizadores de espectáculos lucrativos, a capturar y amaestrar a estos mamíferos para tratar de hacer de ellos animales domésticos.

Los biólogos y etólogos se han interesado particularmente en la especie Tursiops truncatus, el delfín mular, considerado como el más dócil para ser domesticado; pero recientemente se ha descubierto que la mayoría de los odontocetos se prestan con facilidad a los experimentos y están dotados de la misma capacidad de aprendizaje.

Para juzgar el éxito obtenido hasta hoy con los delfines, no hay que olvidar que fueron necesarios miles de años para que los animales domésticos que ahora conocemos se hicieran lo que hoy día son: el desenlace de una larguísima selección operada a través de innumerables generaciones y cruces.

Tratándose de mamíferos marinos, nuestros logros no han hecho más que empezar: fue en 1964 cuando por primera vez delfines amaestrados para llevar a cabo una misión específica fueron soltados en el mar. Por lo demás, hasta ahora se conocen 70 especies de pequeños cetáceos, incluidos los delfines. Si el hombre quiere crear una relación de colaboración y de amistad con los delfines, debe armarse de mucha paciencia y emplear mucho tiempo antes de esperar obtener resultados tangibles. El amaestramiento de delfines en cautividad es el último de una serie de problemas. Para el que ama a los animales, el más serio es el de su captura.

La multiplicación de los centros de diversión llamados Marinelands ha suscitado la aparición de unos personajes especializados en el arte de capturar mamíferos marinos para venderlos, ya amaestrados o todavía «salvajes».



Como es la relación del delfín con el hombre



Como los cazadores de animales destinados a los zoológicos y los circos, estos individuos son en general negociantes sin escrúpulos. Lo único que les importa es el dinero; tratan a los animales como mercancía y no como seres vivos dignos de respeto y de comprensión. La captura entraña a veces heridas o incluso la muerte de los sujetos elegidos; pero la abundancia de delfines permite este «desperdicio». El problema del shock físico y psicológico sufrido por el cetáceo a causa de una captura traumatizante efectuada con medios expeditivos, no preocupa para nada a estos traficantes. Ellos saben que no se puede prever de qué forma el prisionero se va a adaptar a la cautividad. Los reacios junto con los menos «buenos» serán de todas maneras eliminados.



Y es un gran problema. Un cierto número de cetáceos aceptan en pocos días ser alimentados por la mano del hombre, evolucionando en el limitado espacio de una piscina y viviendo solos o cerca de delfines de otros rebaños (o de otras especies). Pero son más numerosos los animales que rehusan todo alimento y se refugian en un rincón de su prisión, donde se dejan morir si no se les suelta prontamente. Nadie sabe, por lo demás, si los animales reanudan sin mayor dificultad el hilo normal de su existencia después de haber recobrado su libertad. Tal vez queden marcados para siempre por la experiencia brutal de la captura.

Vida en libertad de los osos marinos

Un día descubrimos en el fondo del agua los cañones de un galeón español, que —¿quién sabe?— puede que contenga un tesoro... Apasionados en seguida por este trabajo de investigación sobre el pecio. Falco y Coli no se dan cuenta de inmediato de que Cristóbal presta oídos complacientes a la llamada de la libertad. Quien lo advierte es Maritano, nuestro capitán. Tras una zambullida más prolongada que de costumbre, Cristóbal ha sacado la cabeza fuera del agua a buena distancia de las burbujas emitidas por las escanfadras de los buceadores, y nada rápidamente en dirección opuesta a donde está el Calypso anclado. Los hombres han exterminado desde hace tiempo a las focas fraile, parientes de los osos marinos que poblaban en otro tiempo el mar Caribe, y éste no es el lugar ideal para una otaria guiada por sus instintos nómadas. Seguimos a Cristóbal con los prismáticos mientras Coli se dispone a alcanzarlo con el bote neumático y prepara trozos de calamar como cebo para hacer que el animal dé media vuelta. Pero Cristóbal está ya muy lejos...




Desesperado, Pepito vaga por cubierta buscando a su amigo, sin lograr entender que Cristóbal ha partido para siempre. Tampoco se sabe explicar por qué los hombres están tan apagados y silenciosos, sin ganas de divertirse. Sus largos baños matinales han sido suprimidos, y el Calypso se ha puesto nuevamente en movimiento. Solicita frecuentemente de Raymond caricias y consuelo... En el muelle de San Juan de Puerto Rico, donde hemos fondeado, los pescadores cuentan una historia que nos hace prestar oído atento. Hace unos días, un pescador capturó en el mar una otaria, una criatura extrañamente familiar que en pocas horas se ha tragado 20 kilogramos de pescado, el fruto de toda una jornada de labor. Después de mucho pensarlo, el pescador ha decidido mirar por su presupuesto vendiendo la otaria... Encontramos a este hombre, que nos da otros detalles. Y no nos cabe ya duda.




Como es la vida en libertad de los osos marinos




¡No resulta fácil recuperar a Cristóbal.' Desconfiada e interesada, la mujer que lo ha comprado se aviene, no obstante, cuando le prometemos que figurará en una secuencia de nuestra película sobre los osos marinos, puesto que ha contribuido a salvar a uno de ellos. Pagamos la nota (¡estratosférica!) que nos presenta como indemnización por los gastos (!) que ha tenido para mantener a Cristóbal. ¡Pobre Cristóbal! Le encontramos en pésimas condiciones, mal alimentado, delgado y doliente, en una balsa de plástico inflable en medio de excrementos. Le llevamos de nuevo a bordo del Calypso en automóvil. En el muelle de San Juan, el comité de recepción incluye fotógrafos, operadores de la televisión local, periodistas, la tripulación del Calypso en pleno y Pepito, que es el primero en precipitarse para abrazar al amigo recobrado. Nosotros mismos estamos en un estado deplorable. Las emociones del viaje han desencadenado en Cristóbal un cólico incontenible... El automóvil apesta verdaderamente.




El cocinero de a bordo ha preparado calamares a la provenzal, el plato preferido de Pepito y Cristóbal, que compartimos con ellos en una confusión indescriptible. A la mañana siguiente, la historia, pasablemente aumentada, aparece en la prensa local, y los habitantes de San Juan se precipitan a bordo para ver al héroe del día. Tras nuestra sonrisa hospitalaria se oculta la prisa por volver al mar lo más pronto posible, pues Pepito y Cristóbal están bastante perturbados con todos estos acontecimientos.




Dos semanas después de su vuelta a bordo, Cristóbal cae enfermo. En realidad nunca se ha repuesto totalmente de las consecuencias de su fuga, de su estancia en un estanque demasiado pequeño y lleno de excrementos, y sin duda también del régimen alimentario que ha tenido durante este período. El médico de a bordo hace lo que puede, pero el animal se encuentra en un estado crítico. No sirven para nada ni inyecciones de cardiotónicos ni, incluso, masaje al corazón. Cristóbal muere.




También para Pepito la aventura toca a su fin, pero afortunadamente de forma menos trágica. Unas semanas después, el Calypso se adentra en el Pacífico por el canal de Panamá. Quiero liberar a Pepito en una zona donde pueda sobrevivir.


A lo largo de la costa peruana, paramos máquinas cerca de las islas Chíneos, pobladas por osos marinos de la especie Arc-tocephalus australis. Más pardos que Pepito, tienen la nariz algo más larga, pero son ciertamente aptos para vivir con él. Capturamos e izamos a bordo a una de estas otarias para que los biólogos la examinen, pidiéndoles que comprueben si está sana y presenta las características necesarias que garanticen una feliz estancia de Pepito en la colonia.


Pero, desdiciendo todas las conclusiones de los biólogos, Pepito se arroja al agua —nunca lo había hecho antes— y escapa... Es la mejor solución, sin duda alguna. Personalmente, lo habría pasado mal de tener yo que tomar la iniciativa de la separación; lo mismo sentirían todos los demás del Calypso. Preferimos que él haya partido por sí mismo, y únicamente deseamos que haya encontrado, en los antípodas de su isla natal, un modo de vida natural y agradable, similar al que habría llevado si los hombres no le hubieran arrebatado de su hábitat de origen.

El canto de las ballenas

En el crujiente y maloliente vientre de los viejos balleneros de vela, temblando de miedo sobre sus camastros, los supersticiosos marineros escucharon a menudo los gemidos, los cantos y los silbidos de las ballenas en el transcurso de las largas noches que precedían a las peligrosas cacerías de las que nadie estaba seguro de salir con vida.



En busca de las ballenas que cantan, nuestro equipo se dirigió a las aguas de las Bermudas, 1.000 kilómetros al sudeste del cabo Hatteras. Las yubartas son las más charlatanas: «hablan» mucho más que las ballenas grises o los rorcuales. Hacen una parada en esa zona para alimentarse y descansar en el transcurso de su fatigosa migración, que cada primavera las lleva a las aguas frías, pero abundantemente ricas en plancton, del Atlántico norte.



«¡Resopla!» Enormes lomos sobresalen del agua y luego se arquean durante las inmersiones. Nos encontramos frente a un importante rebaño. La lancha neumática es botada inmediatamente y se acerca. Con el motor parado, los hombres del Calypso se aproximan a remos hasta situarse en medio del grupo. Permanecer tranquilo es una necesidad absoluta: un solo coletazo, aunque sea involuntario, lanzaría por el aire a la embarcación y a su tripulación. Pero las ballenas no son agresivas.

Cuando nuestros buceadores se sumergen entre ellas, se asustan un poco del ruido de las burbujas que se escapan de los aparatos submarinos. Los cetáceos no tienen oídos externos, pero sus oídos medio e interno están bien desarrollados y son muy sensibles a los sonidos subacuáticos. Esta es, por cierto, la razón por la que es posible inmovilizarlos o aturdirlos girando a su alrededor con los fuera borda lanzados al máximo.



Mientras que las ballenas se alejan, con gran desesperación de Philippe, que no ha podido filmarlas a su gusto, nuestros hidrófonos trabajan y registran las llamadas de las yubartas que resuenan entre las paredes de un cañón submarino.



Como es el canto de las ballenas


En el océano existen «canales sonoros» que confieren a la voz de los cetáceos un considerable alcance. Nuestras grabaciones, que volvemos a escuchar sin cansarnos, incluyen una gran variedad de sonidos melodiosos, y no es extraño que los científicos los llamen «cantos». Para nosotros, estos sonidos no tienen sentido. Nos es imposible descifrar su significado. Hablo de esta cuestión con un experto, el doctor William Cummings, director del Departamento de bio acústica aplicada del Centro de Investigaciones Navales de San Diego, en California. «¿Han analizado ustedes nuestras cintas magnetofónicas?, le pregunto algún tiempo después de finalizar nuestra misión.


—Acabamos de terminar.

— ¿Han utilizado ustedes el analizador de
Frecuencias?

—Por supuesto. En el caso actual, el registro va de 44 a 2.200 vibraciones por segundo: son frecuencias semejantes a las de la voz humana. El espectrograma siguiente desvela una imagen visible de las emisiones características de las yubartas. Esta línea indica la amplitud del sonido en función del tiempo, y la anchura de esta sombra negra revela la potencia de la emisión. Pueden ustedes constatar que el grito desciende hacia tonos más graves.

—¿Tiene usted alguna idea de la manera en que emiten sus sonidos las ballenas?

—En algunas ocasiones, cuando el cetáceo está en la superficie y espira aire, es probable que utilice su laringe. Pero no tiene cuerdas vocales.

—Dado que estas señales pueden ser oídas en un radio muy extenso en el seno del mar, podemos pensar que los cantos han de ser relacionados con el comportamiento de las ballenas en grupo. ¿Cree usted que cada canto corresponde a un determinado comportamiento social?

—No ha sido posible demostrarlo experimentalmente, pero estamos convencidos de que los cetáceos no habrían desarrollado un mecanismo y un vocabulario sonoro tan complejos si cada uno de sus sonidos no tuviera un significado.

—¿Cuál es su definición de un canto?

—De forma muy general, se trata de una secuencia de emisiones sonoras que se repiten y que comportan una melodía y un ritmo propios. Esta definición puede aplicarse a las emisiones sonoras de las yubartas. Se repiten con largos intervalos, y cada canto dura de nueve a dieciocho minutos, lo que es de excepción en el reino animal. Ningún otro ser vivo es capaz de cantar más de un cuarto de' hora sin tomar aliento, ni de alcanzar frecuencias tan bajas. Y ninguno posee tal amplitud vocal...»

martes, 11 de noviembre de 2008

El Kagú

El kagú (Rhynochaetos jubatus) es la única especie de la familia de los Rinoquétidos, exclusiva de Nueva Caledonia. Es apenas más grande que un pollo, tiene las patas bastante largas, el plumaje gris pizarra con franjas más oscuras y una visible raya blanca en las alas, con manchas rojizas y negras.



Luce sobre su cabeza una cresta despeinada, generalmente colgante, pero que en determinadas ocasiones y durante el cortejo se mantiene completamente erguida. Su pico es bastante robusto, ligeramente curvado y de color rojo brillante como las patas, y de longitud moderada. Lleva una vida nocturna, en el suelo de los bosques tupidos, sin volar nunca o casi nunca, siempre a la búsqueda de gusanos e insectos.



Las costumbres del Kagú



Una de sus costumbres más características consiste en correr rápidamente para quedarse después un cierto tiempo inmóvil. También se le ha visto efectuando extrañas evoluciones, manteniendo agarrada con el pico la punta de la cola o un ala, que despliega durante la parada. Los sexos son parecidos y ambos progenitores toman parte en la incubación y en la construcción del nido.


Éste consiste en un conjunto de ramas y hojas dentro del cual depositan el único huevo color herrumbre y del cual, al cabo de treinta días, nacerá un polluelo de color oscuro. A pesar de la relativa facilidad con que se cría el kagú en cautividad, todavía se desconoce su comportamiento en estado salvaje.

La serenata del grillo

Parecería imposible que con su longitud, no mayor de cinco centímetros, el grillo fuera la gran sensación. Aun así, su canto atrae a millones de personas en todo el mundo. Como emite sus notas esta diminuta criatura, y con que intención? Cabe destacar que en las cerca de dos mil cuatrocientas especies de grillos identificadas solo cantan los machos, y que su música proviene de las alas, no de la garganta.

Una enciclopedia explica que producen sus sonidos al frotar el segmento de un ala delantera con una serie de dientes (entre 50 y 250) de la otra. La frecuencia depende de cuantos dientes se frotan por segundo. Las vibraciones llenan el aire con su canto distintivo.



De seguro, su tonada no tiene el único objetivo de entretener al ser humano, no señor. El publico para el que toca este músico es una posible pareja. "Cuando busca compañera, el macho, experto en comunicaciones, entona tres diferentes tipos de melodía: uno con el que anuncia su presencia, otro de cortejo y uno mas para intimidar a los indeseables rivales", explica el libra Exploring the Secrets of Nature (Exploración de los secretos de la Naturaleza). Hay grillos que no dejan de anunciarse con su canto hasta que alguna hembra muestra interes.

La "dama" escucha la sinfonía, ya que esta dotada de "oidos" en las patas delanteras, pero no se contenta con un noviazgo a distancia. Cuando ella se acerca, el grillo emite una vibración continua, el canto de cortejo. Con semejante serenata, se prenda del "galán" y ambos se aparean.



En el Lejano Oriente, algunas personas tienen grillos como mascotas, pues les entretiene su melodía; otras prefieren disfrutar del concierto en su hábitat natural. Sin importar el escenario, la serenata del pequeño cantor cautiva a los seres humanos que lo escuchan.

sábado, 18 de octubre de 2008

Los delfines y el hombre

Permanecimos siete semanas con los Asbury y con Dolly. Nuestros buceadores observaban a Dolly bajo el agua, e intentábamos descubrir las razones que la habían impulsado a abandonar la alta mar y a sus congéneres para adoptar a esta familia de hombres. Nuestro trabajo no era fácil. No porque Dolly fuera reservada, desconfiada o estuviera molesta. ¡Al contrario! Estaba tan acostumbrada a vivir con los hombres, que nuestra presencia era para ella un pretexto para incesantes juegos. Pero su fuerza, su velocidad y su agilidad planteaban a los buceadores serios problemas. De unos cuatro o cinco años de edad. Dolly pesaba 200 kilogramos y medía 2,10 metros de longitud.


Este potente animal, movido por la mejor intención y muy acostumbrado a recuperar los objetos caídos al fondo, cogía a los hombres por las arrugas de sus trajes de buceo y los subía con autoridad a la superficie. Era inútil debatirse: Dolly era mucho más fuerte que cualquiera de nosotros. No comprendimos nunca si, al actuar de esta forma, intentaba salvar a sus amigos, que según su punto de vista corrían el peligro de ahogarse, o si se trataba de juegos, repitiendo una y otra vez un ejercicio que había aprendido con Joan o con otra persona. Su táctica se invertía en la superficie: introducía su hocico puntiagudo entre el brazo y el cuerpo del buzo, y lo arrastraba con fuerza y a toda velocidad hacia el fondo.



Como es la relacion entre los delfines y el hombre



De hecho, la historia de Dolly era muy simple. Formaba parte de los huéspedes de una base de entrenamiento de la marina americana en Key West, un pretendido «centro de investigaciones» destinado en realidad a entrenar a animales marinos para que sirvan de correo en caso de guerra. Cuando la base fue transferida a California, los domadores decidieron no llevarse a Dolly, que tenía un carácter indisciplinado e independiente. Mala recluta. Dolly no obedecía siempre la orden de depositar un objeto en un lugar elegido de antemano. Realmente depositaba el objeto en el lugar indicado, pero lo volvía a llevar después allí donde lo había cogido. Como los delfines estaban entrenados, entre otras cosas, a transportar minas hacia objetivos enemigos, la indisciplina de Dolly preocupaba con razón a los militares...



La soltaron frente a Florida, pero, acostumbrada a vivir en compañía de los hombres. Dolly se dirigió hacia la costa buscando amigos.



Aunque haya sido escogida por él mismo, la vida en semicautividad presenta varios inconvenientes para un delfín. El animal sufre, en primer lugar, la soledad. Nos pareció en seguida, a través de conductas inequívocas, y a veces bastante embarazosas, que Dolly se resentía de la necesidad imperiosa de un compañero capaz de saciar sus instintos sexuales.

Se deslizaba sobre nosotros, nos empujaba con su hocico y se pegaba a nuestros trajes (cuya consistencia le agradaba, sin lugar a dudas), aunque la forma angulosa de nuestros cuerpos la dejaba muy desconcertada. Fue aún más demostrativa con el remo de un bote que encontró un día en el agua; se acostó sobre él e intentó cabalgarlo, a la vez que lo restregaba contra su suave y lisa piel. El remo escapaba, por supuesto, a sus abrazos, y Dolly, muy nerviosa, temblaba y emitía pequeños chillidos de contrariedad. Intentamos varias veces arrastrar a Dolly hacia alta mar, suponiendo que no volvería a casa de los Asbury, al no saber encontrar su camino.



¡Pobres ingenuos! A dos o tres kilómetros del embarcadero de los Asbury, Dolly se paraba de repente y se negaba a ir más lejos.



El caso de Dolly no es un fenómeno aislado; otros delfines han preferido al hombre antes que su libertad y sus congéneres. Un célebre caso fue descrito a finales del siglo XIX. En el estrecho de Cook, que separa las dos principales islas de Nueva Zelanda, un Grampus griseus, la mayor especie de delfín, acompañó durante veinticuatro años a todos los barcos que surcaban estas aguas.

Se restregaba con la quilla de los navios o nadaba ante sus proas, saltando por encima de la superficie, como para divertir a las tripulaciones. Se hizo tan famoso, que muchos viajeros tomaban esta ruta con el único fin de verlo. Se le había bautizado Pelo-rus Jack. Rudyard Kipling y Mark Twain lo han evocado en sus relatos. También en Nueva Zelanda, en 1955, otro delfín amigo de los hombres jugó durante más de un año con los niños que se bañaban en la playa de Oponomi, que se hizo pronto famosa.

Opo, nombre con el que se bautizó al animal, jugaba con un balón, recuperaba las botellas caídas al fondo y las lanzaba por el aire; pasaba entre las piernas de los niños, los llevaba a caballo y se acercaba con agrado a los bañistas para pedirles cariño y caricias. La tripulación del Calypso se topó también con un delfín filantrópico. Un Tursiops truncatus adulto vivió algún tiempo con nuestros buceadores en las aguas de La Coruna, en España. Niña —así llamaron nuestros hombres a esta hembra— les hacía compañía durante sus inmersiones; jugaba con ellos, buscaba sus caricias y se alejaba de las manadas de delfines que atravesaban esta zona de vez en cuando.

miércoles, 15 de octubre de 2008

Los moluscos

Otros integrantes del plancton azul son: un pequeño caracolito denominado Janthina, con un caparazón liviano de color violáceo fuerte, de unos



2 cm de diámetro, cuya característica es llevar un flotador constituido por burbujas de aire a las que recubre con una sustancia que se endurece en contacto con el agua y un nudibranquio, Glaucus, sin caparazón, caracterizado por poseer prolongaciones que le permiten flotar.



El grupo de los moluscos



Cuando los organismos viven en un mismo hábitat es lógico que busquen su alimento allí y se coman entre ellos como lo podemos observar en la foto donde Janthina está predando sobre Porpita y Glaucos sobre Propita.

Paíños parlantes

Muchos paíños emiten voces extrañas que, en el caso de las dos especies mediterráneas (entre ellas el Hydrobates pelagicus), les han valido su popular apelativo de "parlantes".



Existe una cierta diferencia en el desarrollo de ciertos procelariformes relacionada con la latitud en la que construyen su nido. Las aves de las tormentas del norte del Atlántico, por ejemplo, nacen totalmente inermes y con los ojos cerrados, mientras que las crías del paino de Bulwer (Bulweria bulwerii), que nacen en un ambiente tropical y con alimento constante, son avispadas y, a poco de nacer, abren los ojos.


Que son los Paíños parlantes



Parece que las especies más estudiadas, aparte del ceremonial aéreo, efectúan en tierra una serie de exhibiciones en las que juegan un papel fundamental las manchas blancas que adornan el plumaje (siempre hay alguna que otra).



Estas "señales" son las únicas visibles en la oscuridad de la madriguera. La cría al nacer posee el cuerpo cubierto de plumón gris o gris amorronado y antes de cubrirse con el plumaje juvenil propiamente dicho, si está bien alimentada, acostumbra ser mucho más grande que sus padres.

viernes, 10 de octubre de 2008

Las belugas

Agosto de 1980. El Calypso ha dejado Terranova y atraviesa el golfo de San Lorenzo antes de lanzarse a remontar el gran río.




La isla que acabamos de dejar en este día triste de un verano más bien corto está parcialmente cubierta de coniferas verde oscuro; pero, por lo demás, es árida y rocosa, como si las nieves y el hielo que la cubren gran parte del año hubieran arrancado de su suelo todo rastro de tierra orgánica.



Navegamos desde hace varias horas por entre un brumazón espeso y peligroso. La lúgubre sirena contra la niebla incita a la melancolía. Pero de pronto despierto sobresaltado de mi ensoñación por la campana que, desde hace treinta años, anuncia a la tripulación del Calypso que un acontecimiento inesperado merece que nos precipitemos al puente. El poco mar que alcanzamos a divisar entre la bruma está surcado por una multitud de animales de un blanco inmaculado, que se deslizan ligeramente por las olas.


Cuento varias decenas. Todos orientados en una misma dirección, mantienen siempre entre sí la misma distancia. Es un banco de belugas, el más impresionante que he visto en mi vida. Este espectáculo ilumina lo grisáceo del día... La beluga (Delphinapterus leucas) tiene la piel verdaderamente blanca. Beluga, en efecto, significa en ruso «blanco». Es un odontoceto de cuatro a 5,5 metros de longitud. Posee una gruesa cabeza redondeada, y sus aletas pectorales son largas y redondas. Gris amarillenta durante los primeros años de vida, su librea se vuelve amarilla pálida a medida que crece el animal; en la madurez es perfectamente blanca.




Que son las belugas




Las belugas viven generalmente en grupos familiares o en pequeños bancos de cinco a diez individuos. Es excepcional verlos muy numerosos. Estos animales se mantienen generalmente cerca de las costas, en los fiordos, las bahías y la desembocadura de los ríos, que a veces remontan hasta cientos de kilómetros.


En la primavera de 1966, una beluga permaneció durante un mes en las aguas del Rhin, que había remontado 400 kilómetros río arriba, desde la desembocadura hasta Bad Honnef. Durante dos semanas, el director del zoológico de Duisburg trató de capturarla para sacarla de las aguas del no, seguramente nocivas para un cetáceo, y trasladarla al delfina-rio de su parque zoológico. He aquí cómo describe su comportamiento: «La beluga se desplazaba alrededor de las embarcaciones siguiendo una técnica muy diferente de la de los pequeños delfines, cuya agilidad no posee.


A menudo se acercaba mucho a las pequeñas embarcaciones, cerca de las cuales le gustaba permanecer, empujada tal vez por la curiosidad, y esto en tanto no se sentía amenazada por los marineros. Al caer la tarde se iba a un rincón tranquilo, cerca de la orilla, donde pasaba la noche. Al día siguiente se la encontraba otra vez en el mismo sitio.»



El cetáceo había nadado durante un mes para llegar a Bad Honnef, pero dos días de loca carrera le bastaron para volver a bajar el Rhin y llegar a alta mar. Aparte de las dificultades de la captura, criar belugas en cautividad no plantea mayores problemas. Los numerosos ejemplares que viven hoy en los Marinelands parecen haberse adaptado a sus nuevas condiciones de vida. Sin embargo, son aparentemente menos resistentes a las enfermedades que los pequeños delfines.




Esta especie pasó por un período trágico. En Francia, en Inglaterra, en Estados Unidos, en Canadá, a finales de la segunda guerra mundial se desencadenó contra ella una cruzada tan absurda como injustificada. Se acusó a las belugas de entrar a saco en los bancos de peces, de dañar las redes de pesca y de perjudicar gravemente a los pescadores. Esta manifestación de auténtica psicosis colectiva.

miércoles, 8 de octubre de 2008

Las vacas marinas

Sobre casi 500 kilómetros antes de las grandes aglomeraciones que lo contaminan, el Saint-John es un pastizal ininterrumpido para uso y disfrute de los manatíes. Estos lo remontan lentamente en el curso de su migración estival y, a todo lo largo del viaje, van paciendo.




Exclusivamente vegetarianos, los manatíes, q vacas marinas, arrancan las plantas sumergidas con los labios; luego intervienen sus dientes trituradores, y reducen a papilla los tejidos vegetales. Sobrevuelo el medio natural de estos grandes mamíferos. Por doquier, desgraciadamente, se levantan poblaciones turísticas. Diviso canales surcados por embarcaciones rápidas y mortíferas. Descubro en el río zonas de aguas putrefactas.




Que son las vacas marinas




Hace poco tiempo todavía, los Blue Springs, ese brazo de agua que procede del manantial caliente, claro y límpido, atraían a los animales salvajes de toda la región. Hoy seducen a las hordas de turistas que los contaminan y cazan a sus habitantes naturales. Para los campistas y excursionistas, los marineros de agua dulce y otros buceadores aficionados, el parque de Blue Springs es un trozo de verano en el corazón del invierno.




La llegada de los lentos, apáticos e inofensivos manatíes les proporciona el pretexto de un nuevo deporte: se zambullen entre ellos, los molestan, les tiran de la cola; a veces incluso se les dispara ante las mismas narices de los guardas forestales. En una palabra, sienten el escalofrío de un encuentro a veces accidentado, pero sin peligro alguno, con las últimas sirenas.


Nosotros hemos visto a varios manatíes cubiertos de cicatrices causadas por las hélices de las lanchas fuera borda que cruzan continuamente por el solo placer de la velocidad. Con mucha frecuencia, estos inconscientes no se dan cuenta ni del daño que causan; los mamíferos heridos o muertos caen al fondo mientras sus verdugos se alejan veloces.




Todos nos encontramos en Blue Springs. Los buceadores de mi equipo y yo vamos a filmar la vida cotidiana de estos animales tan próximos a desaparecer de nuestro planeta en medio de la indiferencia general. Para poder trabajar tranquilamente, nos levantamos antes del amanecer. En la bruma ligera que corona las cálidas aguas nos disponemos a rodar en cuanto haya luz. Tengo la impresión de estar transportado a otro universo, o de haber vuelto a una época anterior de la Tierra, cuando animales monstruosos y arcaicos llevaban aquí una vida apacible y feliz. Vemos cómo los manatíes afloran para respirar el aire ya templado. Nos ponemos nuestras escafandras de oxígeno en circuito cerrado, para no asustarlos (pues son silenciosas y no hacen burbujas).

jueves, 18 de septiembre de 2008

Vida en familia de los osos marinos

A las hembras se las reconoce a primera vista. Mucho menores y más delgadas que los machos, tienen un pelaje uniformemente corto en todo el cuerpo, mientras que el de los machos adultos es más largo y más espeso sobre cuello y hombros.




Después del breve período de calma vigilante del que acabo de hablar, la llegada de los primeros escuadrones de hembras trae la confusión. Los combates que se desencadenan entre los machos son ahora más crueles, en tanto se multiplican los arrebatos. Aparentemente, la conquista de un harén justifica los peores procedimientos. Los machos no se atreven a abandonar el territorio conquistado.


Colocados en el centro, aúllan para manifestar el odio que sienten por sus peligrosos vecinos, así como para atraer a las hembras. Estas, en cuanto llegan al alcance del hocico, son aferradas a dentelladas y arrastradas sin miramientos hasta el centro del territorio.


Pero apenas ha dado la vuelta el macho para consagrarse a una nueva conquista, el vecino le ha arrebatado la precedente... La zarabanda dura así horas enteras. Sucede en ocasiones que una hembra en disputa es agarrada por la nuca y por las patas posteriores por los pretendientes, que no vacilan en herirla así gravemente.




Como es la vida en familia de los osos marinos




Por lo demás, las hembras que llegan a los lugares de apareamiento se disponen a parir la cría que han concebido el año anterior. Y tienen urgencia de encontrar un compañero. Los machos apenas han de esforzarse en seducirlas. Por lo demás, las últimas arribadas de hembras son tan numerosas que a la mayoría de los machos no les será difícil satisfacer sus exigencias.




Los dueños de los mejores territorios están rodeados de una quincena de compañeras hembras; los demás tienen cuatro o cinco. Entra en juego la selección natural, pero la mezcla de los caracteres genéticos es muy grande, por lo que el riesgo de consanguinidad resulta casi nulo.



El nacimiento de los pequeños tiene lugar a veces el mismo día de la llegada de las hembras; otras, unos días después.

domingo, 15 de junio de 2008

El delfín y el instructor

Las relaciones entre el delfín y su instructor constituyen un tema controvertido. Algunos científicos, como el profesor René-Guy Busnel, aseguran que los delfines no se vinculan afectivamente a su instructor como los perros con sus amos. El delfín obedecería las señales que se le han enseñado a reconocer, cualquiera que fuera la persona que se las dirige.



Según otros estudiosos, en cambio, el delfín tendería a reconocer y a preferir a su domador, particularmente si éste le alimenta, si le cuida, le prodiga caricias y le alienta. Yo me clasifico en esta categoría por varias razones: ante todo, mi propia experiencia; el hecho de haber asistido al nacimiento de intercambios afectuosos entre Albert Falco y todos los delfines capturados por él; quizá también en virtud de un cierto romanticismo que me lleva a creer en la posibilidad de instaurar la mayoría de las veces relaciones amistosas con los animales.



Como es la relación entre el delfín y el instructor



A mi parecer, sólo el vínculo estrecho que se establece durante un tiempo entre el hombre y el mamífero marino permite a este último efectuar ejercicios complejos y misiones de utilidad práctica para «agradar» a su amigo. Entre estas misiones, una de las más interesantes es la que se refiere al rescate de hombres caídos al mar.

En el centro de la marina militar americana de Point Magu, en California, Tuffy, un delfín Tursiops, fue amaestrado para ayudar a los oceanautas de los experimentos de inmersión en saturación Sealab II y 'Sealab III. Tuffy «funcionaba» como un factor de comunicación y transportaba material desde la superficie hasta las casas-bajo-el-mar, sumergidas a 100 metros de profundidad.



Transmitía mensajes y guiaba a veces a su morada a los bucea-dores que se habían extraviado en la oscuridad de las profundidades. Estos buceadores estaban equipados con un timbre eléctrico que Tuffy podía oír a más de 500 metros de distancia.

El buceador perdido llamaba al delfín, que se apresuraba a llegar al laboratorio submarino, aferraba un cable de nailon atado a un cilindro situado a la entrada de la casa, y llevaba la extremidad de este cable al buceador. Guiado por este «hilo de Ariadna», el hombre encontraba el camino que había perdido.



En otros centros de investigación, los delfines son enseñados a proteger a los bañistas contra los ataques de los tiburones. Para esta misión particular se explota el odio atávico de los odontocetos hacia los tiburones y su aptitud para matarlos a cabezazos.



El estado mayor de la fuerza aeronaval militar de Estados Unidos estudia la posibilidad de equipar a los aviadores con un emisor que reproduce las señales de peligro que los delfines emiten en caso de necesidad.

Se espera que los delfines acudan en auxilio de los náufragos como lo hacen con sus congéneres. La dificultad de este proyecto estriba en el hecho de que los delfines emiten un gran número de sonidos, diferentes según las especies e incluso según los grupos.

Si se resuelve el problema de la identificación de los sonidos correctos, estará asegurada la salvación de los náufragos. Durante la última guerra mundial, un delfín empujó durante millas y millas por el Pacífico un bote neumático a la deriva que llevaba a seis pilotos americanos derribados por los japoneses; el cetáceo los llevó hasta una isla donde fueron rescatados... Se conocen otros ejemplos de acciones similares. Esto hace esperar que este simpático mamífero se revelara un día como compañero indispensable para el hombre en el mar.

Descubrimiento de nuevas especies de monos

El especialista en primates Marc van Roosmalen ha localizado dos nuevas especies de monos en la selva amazónica, que se suman a las ocho descubiertas en la zona desde 1990.


En una entrevista para National Geographic Today, Van Roosmalen admitió: "No tenia ni idea de lo mal que conocemos la Amazona hasta que empecé a encontrar estas nuevas especies".


La búsqueda de animales sin catalogar "tiene poco que ver con la experiencia", admite este especialista, quien cuenta en su haber con el descubrimiento de cinco nuevos primates desde 1996.

jueves, 20 de marzo de 2008

Delfines en libertad

Todos los amantes del mar han soñado algún día en entablar amistad con un delfín y montar a caballo sobre él para evadirse hacia la inmensidad de los espacios oceánicos. Desde la más remota antigüedad, los hombres que habitan las costas se han maravillado ante los juegos de estos alegres animales, que disfrutan de una vida feliz y despreocupada si la juzgamos con nuestros criterios humanos.


Sin embargo, los delfines siguen siendo misteriosos desde muchos aspectos. En el transcurso de los treinta últimos años se han ido acumulando múltiples informaciones sobre su comportamiento.


Se han recogido numerosas informaciones en los delfinarios, creados en muchos países para ofrecer a los curiosos y a los investigadores la posibilidad de un contacto con los animales difíciles de seguir en su medio natural. Pero la cautividad es una situación anormal —productora de stress— para animales acostumbrados a la libertad y confinados en pequeños recintos. Por supuesto, el comportamiento de los delfines cautivos se parece al que tendrían en libertad, pero a veces es también diferente, y no sólo en aspectos secundarios.


La mayoría de los etólogos deben contentarse con este tipo de datos, ya que, en el estado actual de la tecnología marina, es imposible que los observadores puedan permanecer durante largos períodos cerca de los animales que viven en pleno océano y recorren grandes distancias.


Comportamiento de los delfines en libertad


No me doy fácilmente por vencido. He intentado filmar a los delfines en libertad, y los buceadores del Calypso se han esforzado durante meses para estudiar los lazos que, a lo largo de la historia de los pueblos mediterráneos, han unido al hombre con los delfines. En el transcurso de nuestra encuesta sobre los delfines, me llegaron de distintas fuentes relatos de relaciones amistosas entabladas espontáneamente entre el hombre y los delfines, y tampoco faltan los precedentes históricos consignados en los textos.


Delfos, el santuario más famoso de la antigüedad, debe su nombre a este animal. Apolo se habría presentado bajo el aspecto de un delfín en la costa escarpada que se extiende a los pies del monte Parnaso. Los fenicios y los griegos, dos grandes pueblos marinos, estaban convencidos de que la presencia de los delfines en las cercanías de un navío era un buen augurio, y que su repentina desaparición presagiaba la tempestad. Los delfines que capturaban sin querer eran soltados rápidamente.


Este mamífero marino estaba presente en los frescos, las cerámicas, las monedas y los escudos. Los griegos y los etruscos lo consideraban un símbolo de suerte, como atestiguan claramente algunas pinturas que lo representan saltando ante la proa de un barco, que a su vez tiene forma de delfín. Hay innumerables ejemplos históricos, literarios y artísticos que celebran esta amistad. Son incontables los relatos de naufragios evitados por los delfines, y las descripciones de gestos afables que estos cetáceos realizaron hacia los humanos. Hace unos años, los científicos mostraban un profundo escepticismo hacia estas historias, que se enfrentaban a su mentalidad racionalista y empírica.

martes, 18 de marzo de 2008

Las morsas en la historia

Los esquimales de Gambell nos habían asegurado que desde hacía años no se producían accidentes en la caza de la morsa.




Por suerte o por desgracia —todo depende del punto de vista con que se vea—, nuestro umiak, conducido por nuestro amigo Vernon, estuvo muy cerca de zozobrar en el curso de un encuentro con estos animales.



Por norma general, las morsas son pacíficas y sus combates en la época de celo están muy ritualizados. Basta con que un viejo macho adulto adopte una posición llamada de intimidación (cabeza levantada, colmillos amenazantes), para que el más débil, atacante o atacado, comprenda el mensaje y ponga pies en polvorosa. Son asimismo muy raros los enfrentamientos mortales con individuos de otras especies. Contrariamente a una creencia muy difundida, son los osos los que temen a las morsas y sólo atacan a las crías particularmente débiles o desprotegidas; en cuanto a las focas, prefieren mantenerse a distancia. Pero una morsa herida representa un peligro real para cualquier criatura viviente: la rabia y el dolor, combinados con su enorme masa, hacen de ella un instrumento de muerte terriblemente poderoso.



Importancia de las morsas en la historia




Cuando sólo cazaban con arpón, los esquimales tenían que acercarse mucho a sus presas. Todavía hoy han de hacerlo, aunque utilicen el fusil. A menos que sorprendan a un rebaño en una placa de hielo, y que, habiendo alcanzado a un individuo, no vean a los demás deslizarse precipitadamente al agua y alejarse, tienen siempre que aproximarse lo bastante cerca para arponear al animal en el agua.




En efecto, si la morsa está mortalmente herida, se hunde y se pierde; si sólo está tocada, se esconde bajo un banco de hielo y es muy difícil encontrarla. Se requiere, pues, de una u otra forma, acabar con ella lo más rápidamente posible, y apresurarse a recuperar su cuerpo. Si no se la mata al primer disparo, la morsa se vuelve peligrosa. No hay que olvidar que, torpe y desmañada fuera del agua, en su elemento natural tiene una agilidad, una flexibilidad y una ligereza increíbles.

sábado, 15 de marzo de 2008

El bebe cachalote

Los hombres de guardia del Calypso nos señalan la presencia de una masa blancuzca que flota en la superficie del océano Indico.


¿De qué se trata? Cada indicio que nos da el mar es un fragmento de la liada madeja de los acontecimientos que ocurren en la extensión marina. Océano de múltiples misterios.



El trozo de calamar gigante que identificamos es un enorme pedazo de aleta caudal, sin duda los restos del formidable festín de un cachalote. La espalda y los flancos de estos mamíferos están a menudo cubiertos de cicatrices. Son las huellas de las heridas que les infligen sus presas habituales, los calamares de las profundidades, en el transcurso de los terribles combates que se libran en la noche abisal.



Si un trozo todavía fresco de calamar flota en superficie, es que los cachalotes no deben de estar lejos, y nos preparamos para nuestra caza..., eminentemente pacífica. Falco, nuestro «arponero», escoge un arpón ligero, concebido para clavarse en la grasa subcutánea de los cetáceos y no penetrar más profundamente.



En efecto, una ballena herida sangra mucho, hasta que acaba por desangrarse, ya que su sangre coagula con mucha dificultad. Como algunas famosas familias reales, las ballenas padecen hemofilia. Por supuesto, no queremos que muera ningún animal. Para Falco, la elección del arpón es una operación delicada: para todos nosotros significa la línea divisoria entre la investigación científica y la matanza.



La caza del bebe cachalote



Una vez localizado el rebaño, nos acercamos todo lo posible, y paramos los motores del Calypso. Bebert desciende a la lancha neumática provisto del arpón, de una boya y del kytoon, globo de aluminio que utilizaremos como referencia para controlar con el radar la posición del animal arponeado. Falco se acerca a un gran cachalote, gira a su alrededor, lanza su arma. ¡Bravo! Ahora actúa para que la boya atada al cable del arpón (con una longitud de 900 metros) flote libremente. Al igual que el kytoon al que está unida, nos informará sobre los movimientos submarinos del cetáceo. ¡No tuvimos suerte! El cachalote se sumerge verticalmente, la cola dirigida hacia el cielo, y desaparece a una velocidad increíble.



El cable se desenrolla durante varios minutos, la boya se hunde, la cuerda que ataba el kytoon se rompe bruscamente y el globo se va volando al capricho del viento. Hay por lo menos un lado positivo: ¡hemos demostrado que los cachalotes alcanzan y sobrepasan la profundidad de 900 metros! El rebaño de cetáceos no se ha alejado. Tal vez estos animales esperan a ver cómo se van a desarrollar los acontecimientos entre su compañero perseguido y los hombres.

Los cachalotes viven en clanes muy unidos, compuestos de un gran macho (el «pacha») que da protección a un grupo de hembras, su «harén». Los machos jóvenes que siguen a esta «familia» desafían a veces al propietario del «harén». Cuando uno de ellos vence, el derrotado abandona el rebaño, se aleja en solitario y se dirige generalmente hacia las zonas más frías del océano. Así se ex-pHca la presencia, en el Artico y en el Antartico, de grandes machos aislados que los balleneros de antaño habían bautizado con un magnífico apodo: los «emperadores».



Una madre acompañada por su cría nada más lentamente y se dirige hacia la proa de nuestro barco. Dada la temprana edad del pequeño, será tal vez más fácil arponearle. Hasta que se emancipan, los jóvenes no se sumergen a grandes profundidades.

Les hemos visto varias veces esperar en la superficie el regreso de sus madres sumergidas en busca de comida. Aislando al joven cachalote esperamos poder estudiar sus reacciones, las de su madre y las del grupo completo, del que se dice que nunca abandona a ninguno de sus componentes con problemas. Lanzada a toda velocidad, la lancha neumática gira varias veces alrededor del pequeño cachalote para aislarle.

Esta técnica ha sido puesta a punto por Bebert, que ha descubierto que los cetáceos se inmovilizan, desorientados, cuando se les encierra en un carrusel infernal. El ruido de los motores perturba de forma insoportable sus sistemas de ecolocación. ¡Ya está! El arpón se ha hundido en la grasa del joven cetáceo, que no parece muy molesto y que sigue nadando sin dar muestras de sufrimiento. Sin embargo, el sentimiento de culpabilidad que experimentamos nos incita a sumergirnos para ver cómo sigue.

El cable de la boya se ha liado alrededor de su cola, pero el animal no parece nada molesto. ¡Mejor! El cable debería frenarlo como un lazo frena a un caballo desbocado. Después de izar la señal que advierte a los otros barcos que el Calypso no es dueño de sus maniobras, empezamos un experimento sin precedentes.

jueves, 6 de marzo de 2008

El pez globo o erizo de mar

No es rápido. Y en opinión de muchos, tampoco es muy agraciado. Pero vaya estomago que tiene. De que estamos hablando ? Del espinoso pez globo, también llamado pez erizo de mar o tamboril. Cuando se siente amenazado, este animal "experimenta una notable transformación'.

Comenta la revista Natural History. Su cuerpo. de unos 50 centímetros de largo, se hincha "hasta triplicar su tamaño y convertirse en una rígida y casi perfecta esfera cubierta de púas, algo que tal vez no sea muy apropiado para nadar, pero que sin lugar a dudas ahuyenta a los atacantes".



El pez globo se infla llenando de agua su estomago, cuyo volumen aumenta casi cien veces. Lleva a cabo esta asombrosa hazaña valiéndose de pliegues, un elegante y sencillo mecanismo.


Lo cierto es que, según Natural History, el estomago de este animal esta formado por unos pliegues dentro de otros. Los mas grandes. de unos tres milímetros de ancho. se componen "de dobleces todavía mas pequeños, estos a su vez contienen otros, y así sucesivamente hasta que llegan a serian minúsculos que solo pueden verse a través del microscopio", explica la revista.


Claro esta, junto con el estomago. También tiene que estirarse la piel del pez globo. Por eso su piel esta compuesta de dos capas, cada una de las cuales se expande de forma distinta, a capa interna, al igual que el estomago, esta plegada, mientras que la externa es elástica. Este recubrimiento elástico evita que. Cuando el pez se desinfla, la piel quede arrugada, lo cual le restaba agilidad y velocidad.


Sin embargo, para repeler posibles depredadores, el pez globo hace más que tan solo hincharse. Cuando la piel se estira, su coraza de espinas se despliega con rapidez. Así pues, si se encuentra con un pez globo mientras bucea, jno lo toque! Y cuidado con la boca del pez!

viernes, 15 de febrero de 2008

Los frailecillos

El orden de los Caradriformes (Charadriiformes) es bastante heterogéneo por el aspecto de las especies que componen las diferentes familias. Tanto desde el punto de vista anatómico como en el plano evolutivo muestra una notable continuidad y unas relaciones bastante directas con el orden de los Gruiformes a través de las avutardas y los alcaravanes.



Los tipos de frailecillos



Para mayor claridad será mejor citar las especies del orden al hablar de las siguientes familias: Jacánidos (Jacanidae), Rostratúlidos (Rostratulidae), Hematopódidos (Haematopodi-dae), Carádridos (Charadriidae), Escolopácidos (Scolopacidae), Recurvirróstridos (Recurvirostridae), Palare podidos (Phalaropodidae), Dromádidos (Dromadidae), Burrinidos (Burhinidae), Glareólidos (Glareoli-dae), Tinocóridos (Thinocoridae), Quionídidos (Chionididae), Estercoráridos (Stercorariidae), Láridos (Laridae), Rincópidos (Rynchopidae) y Álcidos (Alcidae).

La ballena asesina

El único enemigo natural de la ballena es, efectivamente, un cetáceo odontoceto, la orea, cuyo nombre científico es Orcinas orea. Dotada de una vista tan perfecta como la de los gatos, en el agua y fuera de ella, capaz de sumergirse a profundidades de 350 metros y de permanecer veinticinco minutos bajo la superficie, la orea es justamente temida por los otros mamíferos marinos.


Cuando entramos en las algunas de la Baja California me extraña observar que no había ninguna orea en la zona en la que estos depredadores podrían realizar matanzas devastadoras, como las realizadas durante siglos por los balleneros.

Después comprendí el porqué. Las oreas acostumbran a cazar en manada y odian penetrar en las zonas estrechas y poco profundas, en las que les falta espacio para sus maniobras. Su superioridad sobre las ballenas está basada principalmente en su estrategia de grupo, que no pueden desplegar en una bahía de dimensiones reducidas y sembradas de bancos de arena.



Cual es la ballena asesina



Las orcas prefieren esperar a sus presas a la entrada de las lagunas frente a los canales de acceso que las ballenas y ballenatos tendrán que tomar necesariamente un día u otro. Estos grandes delfines blancos y negros maniobran siempre siguiendo un plan establecido previamente, compuesto por acciones bien programadas y conjuntadas. El ataque viene precedido por una maniobra de cerco destinada a aislar a una presa. La ballena atacada, rara vez escapa.

Mientras que algunas oreas muerden el vientre de la víctima en la región genital y agarran como si fueran perros, otras le abren la boca y le muerden la lengua, que constituye el bocado favorito. Los poderosos coletazos de la víctima son vanos: más pequeña y ágil, la orea es raramente alcanzada. Las oreas viven en grupos unidos, en clanes compuestos generalmente por un gran macho —de nueve metros de longitud y tres toneladas de peso—, de una hembra dominante casi tan grande como el macho, de algunas hembras más jóvenes, cuyo número varía de cinco a diez, y de las crías.



El jefe de este harén ambulante asegura la reproducción de la especie, y su deber consiste en guiar y proteger a la familia. En 1967 encontramos en el océano Indico a estos odontocetos, a la vez parientes y enemigos de las ballenas, y se nos hicieron más familiares. Las historias que corrían respecto a ellas nos habían espantado, y no pensamos nunca que una orea pudiera comportarse con nosotros como un compañero alegre y simpático.

Sabiendo que estos animales son sumamente inteligentes, los temíamos más que a los tiburones, sobre todo por sus enormes dientes, numerosos y acerados. En el transcurso de las diferentes persecuciones que realizamos en lanchas neumáticas para intentar marcarlas y filmarlas, descubrimos que, a pesar de las molestias que debían representar para ellas el barco y los hombres, las oreas nunca tomaban la ofensiva. Repetían las maniobras defensivas: el macho se alejaba del grupo de hembras y de crías para incitarnos a seguirle y así hacernos perder la pista.



Pero ni una sola vez intentó mordernos o atacar al bote. En realidad, lo sabemos hoy día, la orea es el más bello, poderoso e inteligente de todos los delfines. Sólo caza para alimentarse, y no por crueldad sanguinaria; y demuestra una sorprendente y espontánea actitud de amistad hacia el hombre. Las oreas, que surcan todos los mares del mundo, enarbolan orgullosamente su gran aleta dorsal.

El calificativo de «asesinas» que les dieron los balleneros proviene de la violencia y voracidad con las que matan cuando tienen hambre. Un testigo afirma haber presenciado una impresionante escena. Veinte oreas giraban alrededor de un rebaño de delfines, cercándolos cada vez más estrechamente en un círculo mortal. De repente, una orea se abalanzó sobre uno de ellos y lo mató, mientras que sus congéneres mantenían prisionero al grupo de delfines. Posteriormente, cada orea escogió a una víctima y la degolló, hasta que el banco de delfines se vio reducido a unos pocos supervivientes ensangrentados. No puedo certificar la veracidad de esta historia, pero la inteligencia de las oreas me incita a pensar que es verdadera.


A la inversa, los experimentos llevados a cabo por Albert Falco en los delfinarios que poseen oreas me han demostrado lo fácil que es amaestrarlas y mantener interesantes relaciones con ellas. De todos los animales, creo que la orea es el único que se encariña con el hombre incluso antes de haber recibido comida de él.

jueves, 10 de enero de 2008

Captura de los delfines

El Calypso navega detrás de un grupo de delfines en las aguas del estrecho de Gibraltar; ya hemos conseguido filmar a estos animales haciendo surf sobre la ola de proa del buque en marcha. Intentamos ahora aislar a un individuo del grupo que nos precede. Falco es el responsable de esta delicada operación. Se coloca en nuestra chalana y avanza hacia el rebaño de cetáceos que cabalga sobre la ola de babor de la proa del Calypso. La maniobra consiste en ganar en velocidad a un delfín y capturarlo con una red.


En el momento en el que el animal toque la rejilla, la trampa se cerrará suavemente sobre él. Un cabo seguido por una boya se fijará a la red, de manera que los hombres que ayudan a Falco podrán izar al delfín sobre la chalana evitando las hélices del Calypso.


Como es la captura de los delfines


El mar empeora, y la chalana tiene dificultades para mantenerse a la misma velocidad que el Calypso. Los delfines son aún mucho más rápidos; su velocidad de crucero varía de 8 a 10 nudos, pero pueden esprintar a 35 nudos, es decir, a unos 60 kilómetros por hora. Cambian también muy rápidamente de dirección.

El trabajo de Bebert no es fácil. Después de recoger al animal al que quiere capturar, debe lanzar la red exactamente delante del hocico del animal para no exponerse a golpearle con el sistema de cierre metálico, que podría herirle. La primera tentativa falla. Falco debe volver a intentarlo rápidamente antes de que el rebaño de cetáceos se disperse.


La segunda tentativa tiene felizmente éxito. Paramos los motores del Calypso para no arriesgarnos a golpear al delfín prisionero en la red. Los hombres de la chalana lo atraen suavemente hacia ellos y se esfuerzan por calmarlo y tranquilizarlo. Los delfines son animales extremadamente delicados física y psíquicamente.

En ausencia de traumatismos corporales y de heridas, el paso brusco de la libertad a la cautividad y el choque psíquico son suficientes a veces para matarlos. Nuestro prisionero parece, sin embargo, estar tranquilo, resignado y confiado. No tenemos derecho a traicionar la confianza que deposita en nosotros de momento. Si transportáramos ahora mismo nuestro delfín a un estanque experimental en cemento, las observaciones que lograríamos serían idénticas a las realizadas por decenas de investigadores en los delfinarios: queremos estudiar y filmar su comportamiento en condiciones lo más cercanas posible a las naturales.