jueves, 20 de marzo de 2008

Delfines en libertad

Todos los amantes del mar han soñado algún día en entablar amistad con un delfín y montar a caballo sobre él para evadirse hacia la inmensidad de los espacios oceánicos. Desde la más remota antigüedad, los hombres que habitan las costas se han maravillado ante los juegos de estos alegres animales, que disfrutan de una vida feliz y despreocupada si la juzgamos con nuestros criterios humanos.


Sin embargo, los delfines siguen siendo misteriosos desde muchos aspectos. En el transcurso de los treinta últimos años se han ido acumulando múltiples informaciones sobre su comportamiento.


Se han recogido numerosas informaciones en los delfinarios, creados en muchos países para ofrecer a los curiosos y a los investigadores la posibilidad de un contacto con los animales difíciles de seguir en su medio natural. Pero la cautividad es una situación anormal —productora de stress— para animales acostumbrados a la libertad y confinados en pequeños recintos. Por supuesto, el comportamiento de los delfines cautivos se parece al que tendrían en libertad, pero a veces es también diferente, y no sólo en aspectos secundarios.


La mayoría de los etólogos deben contentarse con este tipo de datos, ya que, en el estado actual de la tecnología marina, es imposible que los observadores puedan permanecer durante largos períodos cerca de los animales que viven en pleno océano y recorren grandes distancias.


Comportamiento de los delfines en libertad


No me doy fácilmente por vencido. He intentado filmar a los delfines en libertad, y los buceadores del Calypso se han esforzado durante meses para estudiar los lazos que, a lo largo de la historia de los pueblos mediterráneos, han unido al hombre con los delfines. En el transcurso de nuestra encuesta sobre los delfines, me llegaron de distintas fuentes relatos de relaciones amistosas entabladas espontáneamente entre el hombre y los delfines, y tampoco faltan los precedentes históricos consignados en los textos.


Delfos, el santuario más famoso de la antigüedad, debe su nombre a este animal. Apolo se habría presentado bajo el aspecto de un delfín en la costa escarpada que se extiende a los pies del monte Parnaso. Los fenicios y los griegos, dos grandes pueblos marinos, estaban convencidos de que la presencia de los delfines en las cercanías de un navío era un buen augurio, y que su repentina desaparición presagiaba la tempestad. Los delfines que capturaban sin querer eran soltados rápidamente.


Este mamífero marino estaba presente en los frescos, las cerámicas, las monedas y los escudos. Los griegos y los etruscos lo consideraban un símbolo de suerte, como atestiguan claramente algunas pinturas que lo representan saltando ante la proa de un barco, que a su vez tiene forma de delfín. Hay innumerables ejemplos históricos, literarios y artísticos que celebran esta amistad. Son incontables los relatos de naufragios evitados por los delfines, y las descripciones de gestos afables que estos cetáceos realizaron hacia los humanos. Hace unos años, los científicos mostraban un profundo escepticismo hacia estas historias, que se enfrentaban a su mentalidad racionalista y empírica.

martes, 18 de marzo de 2008

Las morsas en la historia

Los esquimales de Gambell nos habían asegurado que desde hacía años no se producían accidentes en la caza de la morsa.




Por suerte o por desgracia —todo depende del punto de vista con que se vea—, nuestro umiak, conducido por nuestro amigo Vernon, estuvo muy cerca de zozobrar en el curso de un encuentro con estos animales.



Por norma general, las morsas son pacíficas y sus combates en la época de celo están muy ritualizados. Basta con que un viejo macho adulto adopte una posición llamada de intimidación (cabeza levantada, colmillos amenazantes), para que el más débil, atacante o atacado, comprenda el mensaje y ponga pies en polvorosa. Son asimismo muy raros los enfrentamientos mortales con individuos de otras especies. Contrariamente a una creencia muy difundida, son los osos los que temen a las morsas y sólo atacan a las crías particularmente débiles o desprotegidas; en cuanto a las focas, prefieren mantenerse a distancia. Pero una morsa herida representa un peligro real para cualquier criatura viviente: la rabia y el dolor, combinados con su enorme masa, hacen de ella un instrumento de muerte terriblemente poderoso.



Importancia de las morsas en la historia




Cuando sólo cazaban con arpón, los esquimales tenían que acercarse mucho a sus presas. Todavía hoy han de hacerlo, aunque utilicen el fusil. A menos que sorprendan a un rebaño en una placa de hielo, y que, habiendo alcanzado a un individuo, no vean a los demás deslizarse precipitadamente al agua y alejarse, tienen siempre que aproximarse lo bastante cerca para arponear al animal en el agua.




En efecto, si la morsa está mortalmente herida, se hunde y se pierde; si sólo está tocada, se esconde bajo un banco de hielo y es muy difícil encontrarla. Se requiere, pues, de una u otra forma, acabar con ella lo más rápidamente posible, y apresurarse a recuperar su cuerpo. Si no se la mata al primer disparo, la morsa se vuelve peligrosa. No hay que olvidar que, torpe y desmañada fuera del agua, en su elemento natural tiene una agilidad, una flexibilidad y una ligereza increíbles.

sábado, 15 de marzo de 2008

El bebe cachalote

Los hombres de guardia del Calypso nos señalan la presencia de una masa blancuzca que flota en la superficie del océano Indico.


¿De qué se trata? Cada indicio que nos da el mar es un fragmento de la liada madeja de los acontecimientos que ocurren en la extensión marina. Océano de múltiples misterios.



El trozo de calamar gigante que identificamos es un enorme pedazo de aleta caudal, sin duda los restos del formidable festín de un cachalote. La espalda y los flancos de estos mamíferos están a menudo cubiertos de cicatrices. Son las huellas de las heridas que les infligen sus presas habituales, los calamares de las profundidades, en el transcurso de los terribles combates que se libran en la noche abisal.



Si un trozo todavía fresco de calamar flota en superficie, es que los cachalotes no deben de estar lejos, y nos preparamos para nuestra caza..., eminentemente pacífica. Falco, nuestro «arponero», escoge un arpón ligero, concebido para clavarse en la grasa subcutánea de los cetáceos y no penetrar más profundamente.



En efecto, una ballena herida sangra mucho, hasta que acaba por desangrarse, ya que su sangre coagula con mucha dificultad. Como algunas famosas familias reales, las ballenas padecen hemofilia. Por supuesto, no queremos que muera ningún animal. Para Falco, la elección del arpón es una operación delicada: para todos nosotros significa la línea divisoria entre la investigación científica y la matanza.



La caza del bebe cachalote



Una vez localizado el rebaño, nos acercamos todo lo posible, y paramos los motores del Calypso. Bebert desciende a la lancha neumática provisto del arpón, de una boya y del kytoon, globo de aluminio que utilizaremos como referencia para controlar con el radar la posición del animal arponeado. Falco se acerca a un gran cachalote, gira a su alrededor, lanza su arma. ¡Bravo! Ahora actúa para que la boya atada al cable del arpón (con una longitud de 900 metros) flote libremente. Al igual que el kytoon al que está unida, nos informará sobre los movimientos submarinos del cetáceo. ¡No tuvimos suerte! El cachalote se sumerge verticalmente, la cola dirigida hacia el cielo, y desaparece a una velocidad increíble.



El cable se desenrolla durante varios minutos, la boya se hunde, la cuerda que ataba el kytoon se rompe bruscamente y el globo se va volando al capricho del viento. Hay por lo menos un lado positivo: ¡hemos demostrado que los cachalotes alcanzan y sobrepasan la profundidad de 900 metros! El rebaño de cetáceos no se ha alejado. Tal vez estos animales esperan a ver cómo se van a desarrollar los acontecimientos entre su compañero perseguido y los hombres.

Los cachalotes viven en clanes muy unidos, compuestos de un gran macho (el «pacha») que da protección a un grupo de hembras, su «harén». Los machos jóvenes que siguen a esta «familia» desafían a veces al propietario del «harén». Cuando uno de ellos vence, el derrotado abandona el rebaño, se aleja en solitario y se dirige generalmente hacia las zonas más frías del océano. Así se ex-pHca la presencia, en el Artico y en el Antartico, de grandes machos aislados que los balleneros de antaño habían bautizado con un magnífico apodo: los «emperadores».



Una madre acompañada por su cría nada más lentamente y se dirige hacia la proa de nuestro barco. Dada la temprana edad del pequeño, será tal vez más fácil arponearle. Hasta que se emancipan, los jóvenes no se sumergen a grandes profundidades.

Les hemos visto varias veces esperar en la superficie el regreso de sus madres sumergidas en busca de comida. Aislando al joven cachalote esperamos poder estudiar sus reacciones, las de su madre y las del grupo completo, del que se dice que nunca abandona a ninguno de sus componentes con problemas. Lanzada a toda velocidad, la lancha neumática gira varias veces alrededor del pequeño cachalote para aislarle.

Esta técnica ha sido puesta a punto por Bebert, que ha descubierto que los cetáceos se inmovilizan, desorientados, cuando se les encierra en un carrusel infernal. El ruido de los motores perturba de forma insoportable sus sistemas de ecolocación. ¡Ya está! El arpón se ha hundido en la grasa del joven cetáceo, que no parece muy molesto y que sigue nadando sin dar muestras de sufrimiento. Sin embargo, el sentimiento de culpabilidad que experimentamos nos incita a sumergirnos para ver cómo sigue.

El cable de la boya se ha liado alrededor de su cola, pero el animal no parece nada molesto. ¡Mejor! El cable debería frenarlo como un lazo frena a un caballo desbocado. Después de izar la señal que advierte a los otros barcos que el Calypso no es dueño de sus maniobras, empezamos un experimento sin precedentes.

jueves, 6 de marzo de 2008

El pez globo o erizo de mar

No es rápido. Y en opinión de muchos, tampoco es muy agraciado. Pero vaya estomago que tiene. De que estamos hablando ? Del espinoso pez globo, también llamado pez erizo de mar o tamboril. Cuando se siente amenazado, este animal "experimenta una notable transformación'.

Comenta la revista Natural History. Su cuerpo. de unos 50 centímetros de largo, se hincha "hasta triplicar su tamaño y convertirse en una rígida y casi perfecta esfera cubierta de púas, algo que tal vez no sea muy apropiado para nadar, pero que sin lugar a dudas ahuyenta a los atacantes".



El pez globo se infla llenando de agua su estomago, cuyo volumen aumenta casi cien veces. Lleva a cabo esta asombrosa hazaña valiéndose de pliegues, un elegante y sencillo mecanismo.


Lo cierto es que, según Natural History, el estomago de este animal esta formado por unos pliegues dentro de otros. Los mas grandes. de unos tres milímetros de ancho. se componen "de dobleces todavía mas pequeños, estos a su vez contienen otros, y así sucesivamente hasta que llegan a serian minúsculos que solo pueden verse a través del microscopio", explica la revista.


Claro esta, junto con el estomago. También tiene que estirarse la piel del pez globo. Por eso su piel esta compuesta de dos capas, cada una de las cuales se expande de forma distinta, a capa interna, al igual que el estomago, esta plegada, mientras que la externa es elástica. Este recubrimiento elástico evita que. Cuando el pez se desinfla, la piel quede arrugada, lo cual le restaba agilidad y velocidad.


Sin embargo, para repeler posibles depredadores, el pez globo hace más que tan solo hincharse. Cuando la piel se estira, su coraza de espinas se despliega con rapidez. Así pues, si se encuentra con un pez globo mientras bucea, jno lo toque! Y cuidado con la boca del pez!