Día 7 de marzo de 1968. Ayer, frente a las costas del cabo de Buena Esperanza, nuestros buceadores se han encontrado, entre las algas que rodean a la isla de las Focas, un oso marino de un año.»
Esta observación, anotada apresuradamente en el diario de a bordo del Calypso, marca el principio de una aventura entre las más divertidas y conmovedoras que he vivido en el curso de los años pasados en contacto con los animales. Durante la «gran travesía» que nos llevó a todos los mares de nuestro planeta para filmar a los animales y los lugares más insólitos, decidí un día adoptar a dos otáridos. Eran dos jóvenes machos, a los que pusimos Pepito y Cristóbal, y que mantuvimos a bordo del Calypso durante varios meses. Pero antes de relatar esta historia, digamos unas palabras sobre los otarios. La longitud total de los animales de la familia de los otáridos varía entre 1,50 metros y 3,50 metros, y su peso va de los 35 a los 350 kilogramos, siendo las hembras mucho más pequeñas que los machos.
Que son los osos marinos
Los otáridos pertenecen al orden de los pinnipedos. Se distinguen de las focas (fócidos) y de las morsas (obedénidos) por la presencia en ellos de pabellones auriculares, aunque sean pequeños, y por la estructura del cuerpo, particularmente esbelta. Su cola es corta, y los miembros anteriores se han transformado en grandes aletas, cuya longitud alcanza la cuarta parte del total del cuerpo. Sus miembros posteriores, que pueden doblarse hacia adelante bajo el vientre, les sirven para desplazarse con bastante rapidez en tierra firme.
Los dedos de sus manos y los de los pies están unidos entre sí con una membrana interdigital sostenida por cartílagos. Mamíferos muy gregarios, sobre todo durante la época de celo, pueden ser vistos en tierra rebaños compuestos por centenares de individuos. Según su tipo de pelaje se dividen los otáridos en leones marinos (de pelo áspero) y osos marinos (de pelo corto), suave y apretado, tan apreciado en peletería.
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