martes, 18 de noviembre de 2008

Los delfines

Un investigador que observaba a través de un ojo de buey a unos delfines cautivos sopló en broma el humo de su pitillo contra el cristal del ojo de buey, bajo la atenta mirada de un bebé delfín que le observaba al otro lado. Después de un instante de duda, el pequeño delfín se dirigió hacia su madre para chupar una bocanada de leche. De vuelta otra vez ante el ojo de buey, el animal escupió la leche en dirección del investigador, provocando así una nube lechosa semejante a la que había creado el humo del cigarrillo.



He leído hace poco esta anécdota. Ilustra maravillosamente una de las características distintivas de los delfines: estos odontocetos son capaces de imitación. ¿Tienen también sentido del humor? Entre las especies animales, algunas presentan un comportamiento genético programado; dicho de otra manera, «un instinto»; en otros, el individuo debe construir por sí mismo, en un ambiente preestablecido, sin embargo, todos los conocimientos indispensables para su supervivencia; por fin, en algunas especies superiores, el individuo puede utilizar para su provecho la experiencia de otros.

El progreso del hombre, que acumula y transmite de generación en generación su experiencia y sus descubrimientos, está basado en este mecanismo. Uno de los medios de transmisión de este valioso patrimonio consiste en la imitación, que no es, evidentemente, una de nuestras características exclusivas.

Los odontocetos tienen otras analogías con el hombre. Su cerebro, particularmente voluminoso, está dotado de numerosas circunvoluciones. Junto con el del hombre, es el único en tener una característica importante: la presencia, en el mesencéfalo, de sustancia gris, que no poseen ni los grandes monos antropoides. Algunos científicos afirman que el cerebro de varios cetáceos alcanza un grado de perfección superior al del cerebro humano, hasta el punto de que debemos dudar de lo que fue una certeza durante siglos: la preeminencia del cerebro humano sobre el de los demás animales.



Hablemos del lenguaje. La laringe de los odontocetos presenta también una característica única: la epiglotis y los cartílagos aritenoides están tan desarrollados que forman una prolongación semejante a un pico de ganso, que se extiende hasta la parte inferior del conducto nasal y que puede ser cerrado por un músculo que lo rodea. Esta particularidad anatómica permite a los odontocetos modular las diferencias de presión del aire durante la respiración y juega un importante papel en la emisión de sonidos. El delfín «habla» emitiendo una serie de sonidos extremadamente variados, tanto en las frecuencias perceptibles para el oído humano como en ultrasonido.


La inteligencia de los delfines



Hemos visto la gran capacidad de imitación de los delfines. Estos mamíferos marinos son igualmente capaces de copiar el lenguaje humano, aunque de forma menos perceptible que la de los loros, pero esto se debe al hecho de que los delfines hablan más rápido que nosotros.

Algunos eetólogos están convencidos de que, mediante un entrenamiento adecuado, sería posible enseñar a los delfines a hablar más despacio, y por lo tanto a dialogar con nosotros. Los animales podrían respondernos, y no sólo mirar lo que les dice el domador. Los experimentos llevados a cabo en esta dirección no han dado fruto hasta el momento.



De cualquier forma, no cabe duda que, a diferencia de los demás animales, si exceptuamos al hombre, el delfín es capaz de formar una frase de dos palabras unidas, base de un verdadero lenguaje. Para el que aborda con una mente atenta el comportamiento de los delfines y el de los odontocetos en general, los motivos de sorpresa son múltiples.

sábado, 15 de noviembre de 2008

Los jacánidos

Los Jacánidos son aves de pequeñas dimensiones (35-40 cm) y patas muy alargadas que viven en zonas pantanosas. El aspecto alargado de las patas se encuentra acentuado, además, por sus dedos, sumamente largos y provistos de uñas rectas, la posterior mucho más larga que el propio dedo y en extremo afilada. Esta conformación del pie constituye una perfecta adaptación a la vida sobre la vegetación flotante. La coloración de estos animales se mueve en torno a los tonos rojizos y broncíneos, con zonas blancas en las que aparecen dibujos oscuros, especialmente en el abdomen. Los sexos son parecidos y los jóvenes de todas las especies son similares, pues tienen un color tostado rojizo por la parte superior y casi de un blanco sucio por la inferior.


El pico es alargado, recto y comprimido, con la punta ligeramente curvada en su extremo; las alas son bastante largas, mientras que la cola es corta, excepto en el caso del faisán de agua. Hay algunas especies que, durante el vuelo, muestran un visible y característico dibujo de las alas, casi en forma de espejo, aunque sin los reflejos metálicos típicos de los ánades.



La alimentación de los jacánidos



La alimentación es variada y consta de insectos, diversos invertebrados acuáticos y vegetales. Los Jacánidos están en condiciones de correr con sorprendente rapidez por encima de la vegetación acuática, aparte de que son excelentes buceadores y nadadores, aproximándose más en este aspecto a los Rálidos que a los demás caradriformes. Comúnmente viven en parejas o aislados, si bien en determinadas circunstancias pueden reunirse en grupos en el transcurso del período no reproductivo. No son aves migratorias, pero efectúan desplazamientos de una cierta importancia.



Los Jacánidos, que son aves silenciosas, para pedir socorro no dudan en emitir gritos de alarma. El cortejo comporta unas exhibiciones muy interesantes, como el estremecimiento de las alas, diferentes reverencias y otras curiosas posturas. Forman parte de la familia seis géneros y siete especies. El faisán de agua (Hydrophasianus chirurgus) está circunscrito a Asia tropical; Metopodius indicus pertenece a la India y a buena parte del África oriental y su territorio limita al este con el de Irediparra gallinacea de Indonesia y Australia. La jacana americana o gallito de agua Jacana spinosa, con sus diferentes subespecies, se encuentra difundida en gran parte de América tropical. Pueden citarse igualmente Microparra capensis del África oriental, Actophilornis africana de la región etiópica y Actophilornis albinucha de Madagascar.

Relación del delfin con el hombre

Un público heterogéneo de niños y adultos se aprieta codo con codo en las gradas alrededor de una inmensa piscina, más grande que las utilizadas para disputar las competiciones olímpicas de natación. En la plataforma elevada que pende sobre el espejo azul del agua se agita un hombre manipulando sucesivamente un pescado, balones, perchas; en una palabra, todo el atrezzo abigarrado del circo. A sus voces de mando, magníficos delfines de piel reluciente saltan valientemente fuera del agua o hacen mil cabriolas. El público se desternilla de risa.


Hace treinta años, ningún organizador de espectáculos hubiera podido imaginarse un número semejante. Hoy día, la presentación de delfines amaestrados es moneda corriente.



El hecho de que un delfín jamás haya mordido o atacado a un ser humano, su extrema docilidad y su excepcional capacidad de imitación, que le permite aprender rápidamente los números que se le enseñan, han incitado a investigadores y científicos, así como a los organizadores de espectáculos lucrativos, a capturar y amaestrar a estos mamíferos para tratar de hacer de ellos animales domésticos.

Los biólogos y etólogos se han interesado particularmente en la especie Tursiops truncatus, el delfín mular, considerado como el más dócil para ser domesticado; pero recientemente se ha descubierto que la mayoría de los odontocetos se prestan con facilidad a los experimentos y están dotados de la misma capacidad de aprendizaje.

Para juzgar el éxito obtenido hasta hoy con los delfines, no hay que olvidar que fueron necesarios miles de años para que los animales domésticos que ahora conocemos se hicieran lo que hoy día son: el desenlace de una larguísima selección operada a través de innumerables generaciones y cruces.

Tratándose de mamíferos marinos, nuestros logros no han hecho más que empezar: fue en 1964 cuando por primera vez delfines amaestrados para llevar a cabo una misión específica fueron soltados en el mar. Por lo demás, hasta ahora se conocen 70 especies de pequeños cetáceos, incluidos los delfines. Si el hombre quiere crear una relación de colaboración y de amistad con los delfines, debe armarse de mucha paciencia y emplear mucho tiempo antes de esperar obtener resultados tangibles. El amaestramiento de delfines en cautividad es el último de una serie de problemas. Para el que ama a los animales, el más serio es el de su captura.

La multiplicación de los centros de diversión llamados Marinelands ha suscitado la aparición de unos personajes especializados en el arte de capturar mamíferos marinos para venderlos, ya amaestrados o todavía «salvajes».



Como es la relación del delfín con el hombre



Como los cazadores de animales destinados a los zoológicos y los circos, estos individuos son en general negociantes sin escrúpulos. Lo único que les importa es el dinero; tratan a los animales como mercancía y no como seres vivos dignos de respeto y de comprensión. La captura entraña a veces heridas o incluso la muerte de los sujetos elegidos; pero la abundancia de delfines permite este «desperdicio». El problema del shock físico y psicológico sufrido por el cetáceo a causa de una captura traumatizante efectuada con medios expeditivos, no preocupa para nada a estos traficantes. Ellos saben que no se puede prever de qué forma el prisionero se va a adaptar a la cautividad. Los reacios junto con los menos «buenos» serán de todas maneras eliminados.



Y es un gran problema. Un cierto número de cetáceos aceptan en pocos días ser alimentados por la mano del hombre, evolucionando en el limitado espacio de una piscina y viviendo solos o cerca de delfines de otros rebaños (o de otras especies). Pero son más numerosos los animales que rehusan todo alimento y se refugian en un rincón de su prisión, donde se dejan morir si no se les suelta prontamente. Nadie sabe, por lo demás, si los animales reanudan sin mayor dificultad el hilo normal de su existencia después de haber recobrado su libertad. Tal vez queden marcados para siempre por la experiencia brutal de la captura.

Vida en libertad de los osos marinos

Un día descubrimos en el fondo del agua los cañones de un galeón español, que —¿quién sabe?— puede que contenga un tesoro... Apasionados en seguida por este trabajo de investigación sobre el pecio. Falco y Coli no se dan cuenta de inmediato de que Cristóbal presta oídos complacientes a la llamada de la libertad. Quien lo advierte es Maritano, nuestro capitán. Tras una zambullida más prolongada que de costumbre, Cristóbal ha sacado la cabeza fuera del agua a buena distancia de las burbujas emitidas por las escanfadras de los buceadores, y nada rápidamente en dirección opuesta a donde está el Calypso anclado. Los hombres han exterminado desde hace tiempo a las focas fraile, parientes de los osos marinos que poblaban en otro tiempo el mar Caribe, y éste no es el lugar ideal para una otaria guiada por sus instintos nómadas. Seguimos a Cristóbal con los prismáticos mientras Coli se dispone a alcanzarlo con el bote neumático y prepara trozos de calamar como cebo para hacer que el animal dé media vuelta. Pero Cristóbal está ya muy lejos...




Desesperado, Pepito vaga por cubierta buscando a su amigo, sin lograr entender que Cristóbal ha partido para siempre. Tampoco se sabe explicar por qué los hombres están tan apagados y silenciosos, sin ganas de divertirse. Sus largos baños matinales han sido suprimidos, y el Calypso se ha puesto nuevamente en movimiento. Solicita frecuentemente de Raymond caricias y consuelo... En el muelle de San Juan de Puerto Rico, donde hemos fondeado, los pescadores cuentan una historia que nos hace prestar oído atento. Hace unos días, un pescador capturó en el mar una otaria, una criatura extrañamente familiar que en pocas horas se ha tragado 20 kilogramos de pescado, el fruto de toda una jornada de labor. Después de mucho pensarlo, el pescador ha decidido mirar por su presupuesto vendiendo la otaria... Encontramos a este hombre, que nos da otros detalles. Y no nos cabe ya duda.




Como es la vida en libertad de los osos marinos




¡No resulta fácil recuperar a Cristóbal.' Desconfiada e interesada, la mujer que lo ha comprado se aviene, no obstante, cuando le prometemos que figurará en una secuencia de nuestra película sobre los osos marinos, puesto que ha contribuido a salvar a uno de ellos. Pagamos la nota (¡estratosférica!) que nos presenta como indemnización por los gastos (!) que ha tenido para mantener a Cristóbal. ¡Pobre Cristóbal! Le encontramos en pésimas condiciones, mal alimentado, delgado y doliente, en una balsa de plástico inflable en medio de excrementos. Le llevamos de nuevo a bordo del Calypso en automóvil. En el muelle de San Juan, el comité de recepción incluye fotógrafos, operadores de la televisión local, periodistas, la tripulación del Calypso en pleno y Pepito, que es el primero en precipitarse para abrazar al amigo recobrado. Nosotros mismos estamos en un estado deplorable. Las emociones del viaje han desencadenado en Cristóbal un cólico incontenible... El automóvil apesta verdaderamente.




El cocinero de a bordo ha preparado calamares a la provenzal, el plato preferido de Pepito y Cristóbal, que compartimos con ellos en una confusión indescriptible. A la mañana siguiente, la historia, pasablemente aumentada, aparece en la prensa local, y los habitantes de San Juan se precipitan a bordo para ver al héroe del día. Tras nuestra sonrisa hospitalaria se oculta la prisa por volver al mar lo más pronto posible, pues Pepito y Cristóbal están bastante perturbados con todos estos acontecimientos.




Dos semanas después de su vuelta a bordo, Cristóbal cae enfermo. En realidad nunca se ha repuesto totalmente de las consecuencias de su fuga, de su estancia en un estanque demasiado pequeño y lleno de excrementos, y sin duda también del régimen alimentario que ha tenido durante este período. El médico de a bordo hace lo que puede, pero el animal se encuentra en un estado crítico. No sirven para nada ni inyecciones de cardiotónicos ni, incluso, masaje al corazón. Cristóbal muere.




También para Pepito la aventura toca a su fin, pero afortunadamente de forma menos trágica. Unas semanas después, el Calypso se adentra en el Pacífico por el canal de Panamá. Quiero liberar a Pepito en una zona donde pueda sobrevivir.


A lo largo de la costa peruana, paramos máquinas cerca de las islas Chíneos, pobladas por osos marinos de la especie Arc-tocephalus australis. Más pardos que Pepito, tienen la nariz algo más larga, pero son ciertamente aptos para vivir con él. Capturamos e izamos a bordo a una de estas otarias para que los biólogos la examinen, pidiéndoles que comprueben si está sana y presenta las características necesarias que garanticen una feliz estancia de Pepito en la colonia.


Pero, desdiciendo todas las conclusiones de los biólogos, Pepito se arroja al agua —nunca lo había hecho antes— y escapa... Es la mejor solución, sin duda alguna. Personalmente, lo habría pasado mal de tener yo que tomar la iniciativa de la separación; lo mismo sentirían todos los demás del Calypso. Preferimos que él haya partido por sí mismo, y únicamente deseamos que haya encontrado, en los antípodas de su isla natal, un modo de vida natural y agradable, similar al que habría llevado si los hombres no le hubieran arrebatado de su hábitat de origen.

El canto de las ballenas

En el crujiente y maloliente vientre de los viejos balleneros de vela, temblando de miedo sobre sus camastros, los supersticiosos marineros escucharon a menudo los gemidos, los cantos y los silbidos de las ballenas en el transcurso de las largas noches que precedían a las peligrosas cacerías de las que nadie estaba seguro de salir con vida.



En busca de las ballenas que cantan, nuestro equipo se dirigió a las aguas de las Bermudas, 1.000 kilómetros al sudeste del cabo Hatteras. Las yubartas son las más charlatanas: «hablan» mucho más que las ballenas grises o los rorcuales. Hacen una parada en esa zona para alimentarse y descansar en el transcurso de su fatigosa migración, que cada primavera las lleva a las aguas frías, pero abundantemente ricas en plancton, del Atlántico norte.



«¡Resopla!» Enormes lomos sobresalen del agua y luego se arquean durante las inmersiones. Nos encontramos frente a un importante rebaño. La lancha neumática es botada inmediatamente y se acerca. Con el motor parado, los hombres del Calypso se aproximan a remos hasta situarse en medio del grupo. Permanecer tranquilo es una necesidad absoluta: un solo coletazo, aunque sea involuntario, lanzaría por el aire a la embarcación y a su tripulación. Pero las ballenas no son agresivas.

Cuando nuestros buceadores se sumergen entre ellas, se asustan un poco del ruido de las burbujas que se escapan de los aparatos submarinos. Los cetáceos no tienen oídos externos, pero sus oídos medio e interno están bien desarrollados y son muy sensibles a los sonidos subacuáticos. Esta es, por cierto, la razón por la que es posible inmovilizarlos o aturdirlos girando a su alrededor con los fuera borda lanzados al máximo.



Mientras que las ballenas se alejan, con gran desesperación de Philippe, que no ha podido filmarlas a su gusto, nuestros hidrófonos trabajan y registran las llamadas de las yubartas que resuenan entre las paredes de un cañón submarino.



Como es el canto de las ballenas


En el océano existen «canales sonoros» que confieren a la voz de los cetáceos un considerable alcance. Nuestras grabaciones, que volvemos a escuchar sin cansarnos, incluyen una gran variedad de sonidos melodiosos, y no es extraño que los científicos los llamen «cantos». Para nosotros, estos sonidos no tienen sentido. Nos es imposible descifrar su significado. Hablo de esta cuestión con un experto, el doctor William Cummings, director del Departamento de bio acústica aplicada del Centro de Investigaciones Navales de San Diego, en California. «¿Han analizado ustedes nuestras cintas magnetofónicas?, le pregunto algún tiempo después de finalizar nuestra misión.


—Acabamos de terminar.

— ¿Han utilizado ustedes el analizador de
Frecuencias?

—Por supuesto. En el caso actual, el registro va de 44 a 2.200 vibraciones por segundo: son frecuencias semejantes a las de la voz humana. El espectrograma siguiente desvela una imagen visible de las emisiones características de las yubartas. Esta línea indica la amplitud del sonido en función del tiempo, y la anchura de esta sombra negra revela la potencia de la emisión. Pueden ustedes constatar que el grito desciende hacia tonos más graves.

—¿Tiene usted alguna idea de la manera en que emiten sus sonidos las ballenas?

—En algunas ocasiones, cuando el cetáceo está en la superficie y espira aire, es probable que utilice su laringe. Pero no tiene cuerdas vocales.

—Dado que estas señales pueden ser oídas en un radio muy extenso en el seno del mar, podemos pensar que los cantos han de ser relacionados con el comportamiento de las ballenas en grupo. ¿Cree usted que cada canto corresponde a un determinado comportamiento social?

—No ha sido posible demostrarlo experimentalmente, pero estamos convencidos de que los cetáceos no habrían desarrollado un mecanismo y un vocabulario sonoro tan complejos si cada uno de sus sonidos no tuviera un significado.

—¿Cuál es su definición de un canto?

—De forma muy general, se trata de una secuencia de emisiones sonoras que se repiten y que comportan una melodía y un ritmo propios. Esta definición puede aplicarse a las emisiones sonoras de las yubartas. Se repiten con largos intervalos, y cada canto dura de nueve a dieciocho minutos, lo que es de excepción en el reino animal. Ningún otro ser vivo es capaz de cantar más de un cuarto de' hora sin tomar aliento, ni de alcanzar frecuencias tan bajas. Y ninguno posee tal amplitud vocal...»

martes, 11 de noviembre de 2008

El Kagú

El kagú (Rhynochaetos jubatus) es la única especie de la familia de los Rinoquétidos, exclusiva de Nueva Caledonia. Es apenas más grande que un pollo, tiene las patas bastante largas, el plumaje gris pizarra con franjas más oscuras y una visible raya blanca en las alas, con manchas rojizas y negras.



Luce sobre su cabeza una cresta despeinada, generalmente colgante, pero que en determinadas ocasiones y durante el cortejo se mantiene completamente erguida. Su pico es bastante robusto, ligeramente curvado y de color rojo brillante como las patas, y de longitud moderada. Lleva una vida nocturna, en el suelo de los bosques tupidos, sin volar nunca o casi nunca, siempre a la búsqueda de gusanos e insectos.



Las costumbres del Kagú



Una de sus costumbres más características consiste en correr rápidamente para quedarse después un cierto tiempo inmóvil. También se le ha visto efectuando extrañas evoluciones, manteniendo agarrada con el pico la punta de la cola o un ala, que despliega durante la parada. Los sexos son parecidos y ambos progenitores toman parte en la incubación y en la construcción del nido.


Éste consiste en un conjunto de ramas y hojas dentro del cual depositan el único huevo color herrumbre y del cual, al cabo de treinta días, nacerá un polluelo de color oscuro. A pesar de la relativa facilidad con que se cría el kagú en cautividad, todavía se desconoce su comportamiento en estado salvaje.

La serenata del grillo

Parecería imposible que con su longitud, no mayor de cinco centímetros, el grillo fuera la gran sensación. Aun así, su canto atrae a millones de personas en todo el mundo. Como emite sus notas esta diminuta criatura, y con que intención? Cabe destacar que en las cerca de dos mil cuatrocientas especies de grillos identificadas solo cantan los machos, y que su música proviene de las alas, no de la garganta.

Una enciclopedia explica que producen sus sonidos al frotar el segmento de un ala delantera con una serie de dientes (entre 50 y 250) de la otra. La frecuencia depende de cuantos dientes se frotan por segundo. Las vibraciones llenan el aire con su canto distintivo.



De seguro, su tonada no tiene el único objetivo de entretener al ser humano, no señor. El publico para el que toca este músico es una posible pareja. "Cuando busca compañera, el macho, experto en comunicaciones, entona tres diferentes tipos de melodía: uno con el que anuncia su presencia, otro de cortejo y uno mas para intimidar a los indeseables rivales", explica el libra Exploring the Secrets of Nature (Exploración de los secretos de la Naturaleza). Hay grillos que no dejan de anunciarse con su canto hasta que alguna hembra muestra interes.

La "dama" escucha la sinfonía, ya que esta dotada de "oidos" en las patas delanteras, pero no se contenta con un noviazgo a distancia. Cuando ella se acerca, el grillo emite una vibración continua, el canto de cortejo. Con semejante serenata, se prenda del "galán" y ambos se aparean.



En el Lejano Oriente, algunas personas tienen grillos como mascotas, pues les entretiene su melodía; otras prefieren disfrutar del concierto en su hábitat natural. Sin importar el escenario, la serenata del pequeño cantor cautiva a los seres humanos que lo escuchan.