miércoles, 8 de octubre de 2008

Las vacas marinas

Sobre casi 500 kilómetros antes de las grandes aglomeraciones que lo contaminan, el Saint-John es un pastizal ininterrumpido para uso y disfrute de los manatíes. Estos lo remontan lentamente en el curso de su migración estival y, a todo lo largo del viaje, van paciendo.




Exclusivamente vegetarianos, los manatíes, q vacas marinas, arrancan las plantas sumergidas con los labios; luego intervienen sus dientes trituradores, y reducen a papilla los tejidos vegetales. Sobrevuelo el medio natural de estos grandes mamíferos. Por doquier, desgraciadamente, se levantan poblaciones turísticas. Diviso canales surcados por embarcaciones rápidas y mortíferas. Descubro en el río zonas de aguas putrefactas.




Que son las vacas marinas




Hace poco tiempo todavía, los Blue Springs, ese brazo de agua que procede del manantial caliente, claro y límpido, atraían a los animales salvajes de toda la región. Hoy seducen a las hordas de turistas que los contaminan y cazan a sus habitantes naturales. Para los campistas y excursionistas, los marineros de agua dulce y otros buceadores aficionados, el parque de Blue Springs es un trozo de verano en el corazón del invierno.




La llegada de los lentos, apáticos e inofensivos manatíes les proporciona el pretexto de un nuevo deporte: se zambullen entre ellos, los molestan, les tiran de la cola; a veces incluso se les dispara ante las mismas narices de los guardas forestales. En una palabra, sienten el escalofrío de un encuentro a veces accidentado, pero sin peligro alguno, con las últimas sirenas.


Nosotros hemos visto a varios manatíes cubiertos de cicatrices causadas por las hélices de las lanchas fuera borda que cruzan continuamente por el solo placer de la velocidad. Con mucha frecuencia, estos inconscientes no se dan cuenta ni del daño que causan; los mamíferos heridos o muertos caen al fondo mientras sus verdugos se alejan veloces.




Todos nos encontramos en Blue Springs. Los buceadores de mi equipo y yo vamos a filmar la vida cotidiana de estos animales tan próximos a desaparecer de nuestro planeta en medio de la indiferencia general. Para poder trabajar tranquilamente, nos levantamos antes del amanecer. En la bruma ligera que corona las cálidas aguas nos disponemos a rodar en cuanto haya luz. Tengo la impresión de estar transportado a otro universo, o de haber vuelto a una época anterior de la Tierra, cuando animales monstruosos y arcaicos llevaban aquí una vida apacible y feliz. Vemos cómo los manatíes afloran para respirar el aire ya templado. Nos ponemos nuestras escafandras de oxígeno en circuito cerrado, para no asustarlos (pues son silenciosas y no hacen burbujas).

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