viernes, 15 de febrero de 2008

La ballena asesina

El único enemigo natural de la ballena es, efectivamente, un cetáceo odontoceto, la orea, cuyo nombre científico es Orcinas orea. Dotada de una vista tan perfecta como la de los gatos, en el agua y fuera de ella, capaz de sumergirse a profundidades de 350 metros y de permanecer veinticinco minutos bajo la superficie, la orea es justamente temida por los otros mamíferos marinos.


Cuando entramos en las algunas de la Baja California me extraña observar que no había ninguna orea en la zona en la que estos depredadores podrían realizar matanzas devastadoras, como las realizadas durante siglos por los balleneros.

Después comprendí el porqué. Las oreas acostumbran a cazar en manada y odian penetrar en las zonas estrechas y poco profundas, en las que les falta espacio para sus maniobras. Su superioridad sobre las ballenas está basada principalmente en su estrategia de grupo, que no pueden desplegar en una bahía de dimensiones reducidas y sembradas de bancos de arena.



Cual es la ballena asesina



Las orcas prefieren esperar a sus presas a la entrada de las lagunas frente a los canales de acceso que las ballenas y ballenatos tendrán que tomar necesariamente un día u otro. Estos grandes delfines blancos y negros maniobran siempre siguiendo un plan establecido previamente, compuesto por acciones bien programadas y conjuntadas. El ataque viene precedido por una maniobra de cerco destinada a aislar a una presa. La ballena atacada, rara vez escapa.

Mientras que algunas oreas muerden el vientre de la víctima en la región genital y agarran como si fueran perros, otras le abren la boca y le muerden la lengua, que constituye el bocado favorito. Los poderosos coletazos de la víctima son vanos: más pequeña y ágil, la orea es raramente alcanzada. Las oreas viven en grupos unidos, en clanes compuestos generalmente por un gran macho —de nueve metros de longitud y tres toneladas de peso—, de una hembra dominante casi tan grande como el macho, de algunas hembras más jóvenes, cuyo número varía de cinco a diez, y de las crías.



El jefe de este harén ambulante asegura la reproducción de la especie, y su deber consiste en guiar y proteger a la familia. En 1967 encontramos en el océano Indico a estos odontocetos, a la vez parientes y enemigos de las ballenas, y se nos hicieron más familiares. Las historias que corrían respecto a ellas nos habían espantado, y no pensamos nunca que una orea pudiera comportarse con nosotros como un compañero alegre y simpático.

Sabiendo que estos animales son sumamente inteligentes, los temíamos más que a los tiburones, sobre todo por sus enormes dientes, numerosos y acerados. En el transcurso de las diferentes persecuciones que realizamos en lanchas neumáticas para intentar marcarlas y filmarlas, descubrimos que, a pesar de las molestias que debían representar para ellas el barco y los hombres, las oreas nunca tomaban la ofensiva. Repetían las maniobras defensivas: el macho se alejaba del grupo de hembras y de crías para incitarnos a seguirle y así hacernos perder la pista.



Pero ni una sola vez intentó mordernos o atacar al bote. En realidad, lo sabemos hoy día, la orea es el más bello, poderoso e inteligente de todos los delfines. Sólo caza para alimentarse, y no por crueldad sanguinaria; y demuestra una sorprendente y espontánea actitud de amistad hacia el hombre. Las oreas, que surcan todos los mares del mundo, enarbolan orgullosamente su gran aleta dorsal.

El calificativo de «asesinas» que les dieron los balleneros proviene de la violencia y voracidad con las que matan cuando tienen hambre. Un testigo afirma haber presenciado una impresionante escena. Veinte oreas giraban alrededor de un rebaño de delfines, cercándolos cada vez más estrechamente en un círculo mortal. De repente, una orea se abalanzó sobre uno de ellos y lo mató, mientras que sus congéneres mantenían prisionero al grupo de delfines. Posteriormente, cada orea escogió a una víctima y la degolló, hasta que el banco de delfines se vio reducido a unos pocos supervivientes ensangrentados. No puedo certificar la veracidad de esta historia, pero la inteligencia de las oreas me incita a pensar que es verdadera.


A la inversa, los experimentos llevados a cabo por Albert Falco en los delfinarios que poseen oreas me han demostrado lo fácil que es amaestrarlas y mantener interesantes relaciones con ellas. De todos los animales, creo que la orea es el único que se encariña con el hombre incluso antes de haber recibido comida de él.

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